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No son muchas las páginas que las mujeres afrodescendientes ocupan en los libros de la historia negra del país. Con nostalgia aún se recuerdan las décadas de esclavización a las que miles de personas fueron sometidas en los puertos y principales ciudades. O los episodios en que, cansadas de la opresión y el racismo, mujeres y hombres rompieron las cadenas que sujetaban sus tobillos para escapar y fundar ciudades libres, como San Basilio de Palenque o San José de Uré.
Esta es una página dedicada a esas mujeres: las guardianas negras de la vida, quienes, gracias a una iniciativa del Fondo Mujer de la Vicepresidencia, tienen hoy la oportunidad de saldar una deuda histórica marcada por las brechas de género y la discriminación. Actualmente, lideran el cambio en sus territorios. No solo han resistido siglos de exclusión: ahora crean, lideran y emprenden.
A propósito del Día de la Afrocolombianidad, que se conmemoró este miércoles 21 de mayo, El Espectador conoció la historia de un programa del Fondo Mujer de la Vicepresidencia que busca solventar una de las principales urgencias de las mujeres afro del país: la inclusión económica. El proyecto ha beneficiado a más de 8.400 mujeres afro, negras, raizales y palenqueras hasta abril de 2025, y demuestra que las iniciativas estatales con enfoque étnico-racial también deben incluir una perspectiva de género.
Con apuestas por el emprendimiento, la autonomía financiera, capacitaciones técnicas y a ahorros y créditos, estas guardianas de vida, cultura y libertad, como se les conoce en sus comunidades, pueden decir que el futuro, además de afro, también tiene rostro de mujer.
“Nos hace sentir merecedoras de los frutos que han dado tantos años de esfuerzo y de trabajo. Todo lo que tenemos las mujeres afro en Colombia lo hemos logrado empezando desde cero. Con este tipo de oportunidades, sabemos que somos referentes para las niñas y que hemos conquistado espacios que no pertenecían ni a las mujeres, ni a las afro”, asegura Yerlis Marrugo. Esta cartagenera pasó de tener un pequeño taller de confecciones en la casa familiar a convertirse en la cofundadora de Koló Alta Mixtura, una marca de ropa afro que es aplaudida por su enfoque étnico y de género. Como tantas mujeres, Yerlis comenzó “con las uñas” y, al entrar a la estrategia de Mujer Étnica del Fondo Mujer, asegura que “su vida, su entorno y sus sueños cambiaron”.
Volviendo a las raíces
Uno de los pilares del Fondo Mujer Libre y Productiva es, precisamente, el enfoque étnico-racial con el que ha trabajado con mujeres afro, raizales y palenqueras. Lo que durante décadas fue un saber ancestral en estas poblaciones, las mujeres beneficiarias del programa lo han transformado en una oportunidad para obtener autonomía económica y, como asegura Marrugo, abrir una ventana que les permita soñar.
El programa ha llegado a territorios donde ni las oportunidades ni la inclusión de las mujeres abundan, como Chocó, Buenaventura, Nariño o Bolívar. Allí, se ha ofrecido desde créditos hasta mentorías para hacer sostenibles sus negocios en el tiempo. A diferencia de otras estrategias, esta apuesta busca exaltar la cultura negra y construir un futuro en el que los rostros de emprendedoras palenqueras, modistas afrodescendientes o artesanas del Pacífico también aparezcan en las portadas. Por eso, la mayoría de las mujeres afro beneficiadas por el Fondo provienen de lugares como Tumaco, Cartagena, Quibdó, Istmina o Guapi: territorios predominantemente afro, donde las mujeres han demostrado ser capaces de emprender y aportar al desarrollo local.
“Reconocer a las mujeres afrocolombianas en su diversidad es un acto de memoria, justicia y dignidad. Visibilizar su riqueza étnica y cultural es valorar un legado invaluable para la sociedad. La afrocolombianidad es identidad, es historia, es resistencia, es presente y es futuro”, reza uno de los pilares del Fondo.
Esto es, a fin de cuentas, tender una mano para preservar la cultura afro y, en algunos casos, volver a las raíces de las comunidades negras de Colombia. Como en el caso de Diani Jory Saa, una beneficiaria del programa Mujer Rural del Fondo Mujer, quien, a través de las artesanías, ha diseñado toda una estrategia de etnoeducación. Para ella, reconocida por su labor como “profe” en Timbiquí (Cauca), las manufacturas permiten fortalecer el arraigo de las comunidades por sus costumbres ancestrales y, al mismo tiempo, soñar con el desarrollo económico.
La fórmula del Fondo Mujer ha funcionado para cambiar el paradigma. Ha transformado tareas domésticas o cotidianas, como la pesca, el piangüeo (recolección ancestral de concha en el Pacífico) o la gastronomía, en estrategias de mercado. En otras palabras, las mujeres han convertido el saber en poder y están escribiendo una nueva narrativa de la afrocolombianidad: una que reconoce su pasado, pero se proyecta hacia el futuro.
Las mujeres afro no están vendiendo cultura; están preservando un patrimonio que durante siglos fue invisibilizado. En sus manos, estas costumbres se han convertido en estrategias de arraigo, de transmisión cultural y soberanía económica. Preservarlas no es un lujo ni una moda: es un acto de resistencia y de amor propio colectivo.
Sin embargo, para las mujeres afro beneficiarias del Fondo, monetizar estas prácticas no significa despojarse de su sentido afro. Al contrario, cada unidad productiva o emprendimiento que nace desde lo ancestral reafirma que la cultura no es un producto; es un legado que se comparte, se honra y se sostiene.
“No es un camino fácil, pero tampoco imposible. Nosotras empezamos sin recursos y sin conocimiento, pero hoy somos unas emprendedoras que han logrado ponerle rostro femenino y afro a la moda”, recuerda Marrugo, beneficiaria del Fondo, quien también ha logrado entrar a espacios exclusivos de la pasarela como Colombiamoda o Expoartesanías con sus vestimentas.
Mujeres transformando mujeres
Si las oportunidades no abundan en los territorios afro de Colombia, las posibilidades de desarrollo económico para las mujeres negras son aún más escasas. Un estudio del Departamento istrativo Nacional de Estadística (DANE), publicado a inicios de este año, reveló que, cuando se trata de poblaciones étnicas, existe una inmensa brecha en términos de empleo, la cual se profundiza cuando se habla específicamente de mujeres negras.
El estudio analizó la población afro, palenquera o raizal en edad de trabajar, y detectó que las mujeres afro tienen casi el doble de la tasa de desocupación (17,8 %) en comparación con los hombres afrodescendientes (8,4 %).
Más allá de los datos, esas cifras reafirman lo que cientos de lideresas afro han denunciado por años: existe una exclusión hacia las mujeres negras en el a la economía formal, la educación de calidad y las oportunidades que permitirían cerrar las brechas de género. Todo esto, además, se ve agravado por las desproporcionadas cargas de trabajo no remunerado que recaen sobre ellas.
Pero el panorama no se detiene. Al evaluar la tasa de ocupación, es decir, el porcentaje de personas empleadas, se evidencia que, mientras los hombres afro superan el 70 %, las mujeres apenas alcanzan un 43,9 %. ¿Qué significa esto? Que, aunque participan del mercado laboral, las mujeres negras tienen menos oportunidades reales de conseguir un empleo que garantice su sustento y, aún menos, de cumplir sus proyectos de vida.
María Fernanda Reyes Roa, directora del Fondo Mujer Libre y Productiva, asegura que las estrategias implementadas con enfoque étnico-racial buscan precisamente cambiar esa realidad en la que tantas mujeres encuentran puertas cerradas para alcanzar el desarrollo económico.
“Proyectos y conmemoraciones como el del Día de la Afrocolombianidad reafirman el compromiso con la justicia racial, la igualdad de oportunidades y el reconocimiento pleno de los derechos colectivos de estas comunidades. Queremos seguir fortaleciendo la autonomía económica de estas mujeres y, a la par, reconocer su diversidad étnica, cultural y su contribución a la economía del país”, concluye la directora del Fondo.
