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Las católicas que reconcilian las camándulas con los derechos sexuales en Colombia

Un grupo de mujeres trabajan desde hace dos décadas para demostrar que su credo sí puede ir de la mano con garantizar derechos y ejercer la libertad.

Tomás Tarazona Ramírez
19 de abril de 2025 - 02:00 p. m.
Con plantones, pedagogía y fe, la organización ha puesto el debate sobre la mesa de que sí es posible ejercer la fe y luchar por derechos al mismo tiempo.
Con plantones, pedagogía y fe, la organización ha puesto el debate sobre la mesa de que sí es posible ejercer la fe y luchar por derechos al mismo tiempo.
Foto: Victoria Holguin
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De vez en cuando, Sandra Mazo revisa su lista de “pendientes” para estudiar qué tareas les faltan a los movimientos feministas por conseguir en Colombia. a la educación: chequeado. Posibilidad de votar: chequeado. Participación en política: chequeado, aunque con enormes desafíos. Pero aún hay un capítulo que aún tiene varios pasos importantes pendientes: el de lograr que ser católica y luchar por los derechos sexuales de las mujeres deje de ser como el agua y el aceite.

Hace 20 años, Mazo tomó la dirección de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) y, desde entonces, su misión en Colombia ha sido guiar esa organización que lucha en calles, escuelas y juzgados para lograr que ser feminista y pertenecer al catolicismo, más que un asunto discrepante, sea compatible.

A propósito de la celebración de Semana Santa, El Espectador habló con Mazo sobre la tarea titánica que ha emprendido con la organización para conseguir un cambio cultural en Colombia que permita que la religión, los derechos sexuales (como el aborto o libertad de conciencia) y los feminismos puedan sentarse en un mismo espacio sin necesidad de excluirse.

La historia es la de un colectivo que ha adoptado un enfoque de “religión con ojos de mujer” y que en esta época del calendario católico ofrece una reflexión sobre un tema polémico, pero importante en Colombia, como el derecho a decidir.

Mazo y su equipo han hecho pedagogía, proyectos de ley, tutelas, reflexiones y hasta pódcast para demostrar que el cambio cultural sí puede darse y que mujeres, como ella, pueden llevar una vida donde conviva la Iglesia y la defensa y autonomía sobre sus cuerpos y decisiones.

“Hay muchas iglesias que no comprenden las necesidades o luchas de las mujeres, como el aborto, los métodos anticonceptivos o las violencias contra nosotras. Pero nuestra apuesta es demostrar que por defender derechos fundamentales, como lo son los sexuales, no necesariamente estamos manejando en contravía de la Iglesia y que hay esperanza en que nuestra voz, la de las mujeres católicas, pueda ser escuchada en los altos círculos eclesiásticos. Ya no somos las mismas de hace 2.000 años”, comenta Mazo.

Despenalizar conciencias

Sandra Mazo es una antioqueña con luchas feministas de larga data. Desde joven, cuando estudiaba en la Universidad de Antioquia, se propuso encontrar una forma de juntar dos universos, el del feminismo y la religión, que para ese entonces eran prácticamente antagónicos. El aborto no había sido despenalizado por la Corte Constitucional, y hablar de anticonceptivos u otras garantías constitucionales para las mujeres, como la autonomía sobre sus cuerpos, no eran más que gritos al vacío frente al conservadurismo del momento.

La organización, que tiene presencia en 10 países de Latinoamérica, se organizó oficialmente en Colombia en el año 2000 y desde entonces ha jugado varias manos en una apuesta por lograr un país “más democrático, más plural y, ante todo, que construya alrededor de posturas tan distantes”, como menciona Mazo.

La hoy directora de CDD asegura que “primero fue católica y luego feminista”, pero con el tiempo empezó a notar contradicciones entre su credo y su lucha como defensora de derechos. Mazo, por ejemplo, notó la ausencia de mujeres en lo más alto del organigrama eclesiástico o que la Iglesia estaba cimentada sobre pilares patriarcales, pues son hombres los que deciden sobre los cuerpos y vidas de las personas. Allí, en el 2003, cuando le ofrecieron sumarse a Católicas, se dedicó a hacer pedagogía para lograr un cambio cultural que construya consensos y respete los disensos. “Antes de pertenecer a una fe somos ciudadanas y estamos convencidas desde CDD de que pelear por nuestros derechos reproductivos, en lugar de ser visto como un pecado a ojos de un Dios castigador, puede ser analizado como un acto de tolerancia, amor al prójimo, que son valores cristianos, realizado por un Dios que acompaña, entiende y es misericordioso”, explica.

Su función, aunque parezca sencilla, implica mucho más trabajo. Mazo y CDD tienen el reto de dirigir los hilos de una organización que hace pedagogía, asiste al Congreso para ofrecer sus argumentos sobre legislaciones, revisa tutelas o demandas a leyes que podrían ser la puerta a derechos vulnerados y, como si fuera poco, hace reflexiones para cambiar una cultura colombiana que “naturalizó la violencia contra las mujeres y que está permeada por las creencias religiosas. Sí, es posible que garantizar derechos y lo católico coexistan en una misma persona”.

No solo las convicciones de Mazo le dan la razón al movimiento; los sondeos y la percepción pública también lo hacen. Una encuesta sobre religión, política y sexualidad realizada en 2022 por IPSOS Napoleón Franco demostró que siete de cada 10 creyentes católicos en Colombia, que es el 7. ° país más creyente del mundo, consideran que el aborto respeta el derecho a decidir sobre el cuerpo de las mujeres y que, por mencionar otro caso, el 90 % asegura que la ciudadanía deberían tener libre a los anticonceptivos y la información sobre ellos.

“Los resultados evidencian la distancia entre la postura oficial de las iglesias católicas y evangélicas y las prácticas e identidades de sus creyentes”, reza el informe de la encuesta.

Recién llegó a su cargo como directora, Mazo se proyectó a tejer diálogos con todos los actores que hacen parte del catolicismo, pues según ella y el equipo, la palabra es la mejor arma para lograr el cambio cultural que tanto anhelan. “El feminismo se ha distinguido por ser ateo, pues se ha distanciado y renunciado de las iglesias precisamente por esas visiones patriarcales que hay en ellas. Pero nosotras decidimos mantener nuestra fe, pues hemos comprobado en dos décadas que lo que hacemos es defender derechos, y un buen cristiano, lo dice la religión, defiende derechos y podemos entendernos con otros sectores”, asegura Mazo.

En su camino, CDD ha dialogado con todos los protagonistas que han alzado su voz, ya sea a favor o en contra, de temas como el aborto, los anticonceptivos o el derecho a decidir acerca de la autonomía sobre gestar, como por ejemplo indígenas, afros y mujeres no creyentes. Incluso han abierto espacios para dialogar con personas de religiones distintas, como es el caso de los talleres y puentes que han construido con judías o musulmanas.

“Dialogar entre mujeres y en espacios de progresismo nos une en nuestra lucha y en la construcción de paz en Colombia”, acota la directora.

Aunque su activismo se centra principalmente en mujeres, Católicas también ha encontrado espacios para extender la defensa hacia personas con orientación e identidad de género diversos, como hace una semana, cuando se refirió al asesinato de Sara Millerey, la mujer trans torturada y arrojada a una quebrada en Bello, Antioquia. Frente a ese episodio, CDD mencionó que “ser una integrante de la comunidad LGBTIQ+ no es una enfermedad, así como no es pecado o contradictorio ver a una mujer defendiendo sus luchas o cuestionar prácticas desiguales”.

Mujer, hágase tu voluntad

Si bien en la agenda de CDD hay varias páginas de exigencias que aún están pendientes de garantizar, la directora explica que todo se centra en el derecho a decidir, bien sea sobre el cuerpo, la vida o realidades de millones de colombianas.

Se propusieron que mientras intentaban reconciliar las camándulas de la religión con las luchas feministas, intentarían enseñarles a mujeres vulnerables, de lugares populares y sin a la información, que todo se centra en una exigencia importante: el de decidir. “Recorremos el país enseñándoles a las personas sobre sus derechos sexuales y por qué antes de hablar de aborto, métodos anticonceptivos o maternidad, está el derecho a decidir qué quieren y pueden hacer ellas frente a su vida, cuerpo, decisiones o futuro”, cuenta Mazo.

La tarea, aseguran la directora y las otras integrantes de CDD, no se ha quedado únicamente en lo simbólico; con el tiempo han visto que hablar del derecho a decidir sí ha rendido sus frutos.

En 2006, pocos meses después de que la Corte Constitucional profiriera la primera sentencia que despenalizar el aborto (bajo tres causales específicas), Católicas se juntó con otras organizaciones feministas en el movimiento Causa Justa. Este equipo de pesos pesados de los derechos aspiraba, en otras palabras, a lograr que el alto tribunal ampliara la jurisprudencia sobre la interrupción voluntaria del embarazo y así materializar las luchas de las colombianas.

Si bien las otras organizaciones de Causa Justa pusieron sobre la mesa argumentos como por ejemplo mencionar que penalizar el aborto agudizaría desigualdades de género, CDD se enfocó en esbozar las posturas relacionadas a la libertad de conciencia y el derecho a decidir.

De casi un centenar de argumentos que Causa Justa elaboró ante la Corte, uno de los pocos que fueron aceptados por el tribunal constitucional fue el que Mazo y Católicas defendieron: el aborto, más que una ponderación de derechos, era un acto que la gestante podía realizar bajo la sombrilla de la garantía a la libertad de conciencia. Si una persona interrumpía su embarazo y era sancionada penalmente, explicó Católicas, entonces el Estado era protagonista de una violación frente a una decisión libre y autónoma.

Para Mazo, esa victoria frente al mundo de las cortes le dio a CDD aún más razones para soñar con un cambio, pero esta vez en la arena de la religión y los feminismos. “Aunque hemos luchado por nuestros derechos a través del litigio y las leyes, nuestro objetivo principal está en las iglesias. Si pudimos lograr que se cambiara la ley y el Código Penal a favor de nuestras causas, esperamos que dentro de las Iglesias nos escuchen, cambien esas posturas desiguales y entiendan que, aunque en un segundo plano, las mujeres también sostenemos la religión”, asegura.

Los frutos de una lucha

Luego de 25 años de peleas por garantizar el derecho a decidir, Mazo comenta que se “empiezan a ver los frutos de una lucha. Nunca hemos propuesto excluir o invisibilizar otras posturas, sino hacerle honor a nuestro movimiento: que se pueda ser feminista y católica al mismo tiempo”.

El equipo de CDD se ha enfrentado a la resistencia cultural y religiosa que ven en las calles y los actores del mundo católico. Por ejemplo, han enfrentado críticas por parte de la Conferencia Episcopal Colombiana (máxima autoridad eclesiástica del país) por defender el aborto, que a sus ojos es “un acto inmoral y una práctica contraria a la vida”. También han tenido que hacerles frente a congresistas que utilizan sus posturas religiosas personales para legislar.

Sin embargo, Mazo tiene una respuesta ante los retos: “Soñamos con una Colombia que entienda que se puede opinar y actuar diferente sin necesidad de ser el enemigo. Un país que es considerado como de los más católicos del mundo, pero que puede también convivir con feministas que pelean por sus derechos y así como los han garantizado en el pasado con el voto, la igualdad salarial o a la justicia, pueden lograr con el derecho a decidir”, comenta Mazo.

En unos años, Mazo y sus colegas sueñan con ver un país en la que aunque ya esté despenalizado el aborto, sean las conciencias y las vidas de las mujeres las que sean despenalizadas de culpa. Aunque una cultura tarda décadas en consolidarse, y aún más de reconstruirse, CDD asegura que seguirá caminando el país y ofreciendo consensos para que algún día, ojalá no muy lejano, las mujeres puedan tener vidas en que por defender sus derechos y garantizar su salud sexual, vean que en lugar de ser condenadas, son aceptadas por la religión que profesan.

Tomás Tarazona Ramírez

Por Tomás Tarazona Ramírez

Periodista de investigación con énfasis en conflicto, memoria y paz.[email protected]

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Mar(60274)19 de abril de 2025 - 04:25 p. m.
Que mujer tan valiente, tratar de convencer a unos tipos, tapados y cerrados por dentro, brutos y rebrutos, q son los causantes del machismo, del desprecio a las mujeres, no, no, no. Q bobada uno empeñarse en seguir una religión donde desprecian y desvalorizan a las mujeres. Yo siquiera ya me libré de ese lavado de cerebro como lo es la religión católica, q junto a la musulmana, solo le traen cosas negativas a las mujeres. No veo la necesidad de convencer a esos tipos, q bobada, pérdida de tiem
Óscar Ardila(22193)19 de abril de 2025 - 03:35 p. m.
Eso no es ser católica! Si quieren que creen su propia iglesia de garaje. Simple!
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