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Sentarse a dialogar es reconocer, pero el país no reconoce

Antieditorial y Sergio Roldán
17 de mayo de 2021 - 03:00 a. m.
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En respuesta al editorial del 5 de mayo de 2021, titulado “Calmémonos y abramos el espacio a un diálogo amplio”.

En mi trabajo de derechos humanos me he topado muchas veces con el sufrimiento. Mujeres que reclaman justicia por la pérdida de sus maridos, madres que lloran a sus hijos desaparecidos, dolor de los mutilados de la Fuerza Pública o de los desplazados de su tierra. Las cifras son frías, callan. El Estado ha hecho esfuerzos para reconocer a las víctimas del conflicto armado interno, aunque más de la mitad de la sociedad no lo reconozca y afirme que lo que existe es una amenaza terrorista, sin reflexionar sobre por qué tenemos nueve millones de víctimas del conflicto.

En mi trabajo de derechos humanos he golpeado la puerta de una casa de población desplazada entregada por el Estado en su programa de vivienda de interés social. 37 metros cuadrados donde habitan hasta 11 personas. Muchas de ellas jóvenes, niños y niñas, que no salen a jugar al parque porque los pueden matar, reclutar para hacer vueltas de microtráfico o usarlos para la prostitución. Ven el progreso y la prosperidad en sus celulares, pero cuando levantan la cabeza están presos en un barrio de 2.000 casas iguales; no tienen $1.800 para salir del barrio hacia esa ciudad donde estigmatizan y persiguen. Niñas de 17, de 19 años, sacan una silla Rimax en la esquina y matan la mañana hasta cuando las llaman a almorzar; después matan la tarde hasta que las llaman a comer. En la noche, suenan los disparos. Las puertas que golpeo para recoger una encuesta tienen, casi todas, impactos de bala, es el barrio Potrero Grande en el distrito de Aguablanca en Cali, yo llevo puesto el chaleco de las Naciones Unidas.

Los años 50 del siglo XX mostraron la violencia política ensañada en zonas rurales. Líderes y curas llamando a la guerra; campesinos huyendo de sus tierras; la resistencia de las guerrillas liberales, génesis de las Farc, inicio del conflicto armado en Colombia. Desde el exterior, la Guerra Fría; la imposición de la doctrina militar de seguridad nacional; nuestros hombres entrenados por los gringos. Dictaduras militares en el hemisferio; nuestro pueblo resistiendo en las calles la de Rojas Pinilla: en Colombia no pelechan las dictaduras militares. Un pacto político para apagar el incendio, un Frente Nacional.

En los años 80 sucedió otra vez. Tras empeñar la confianza, una mano negra asesinó a más de 3.000 militantes de la Unión Patriótica. Hoy son más de 250 los muertos de las Farc, más de 900 líderes asesinados. Pero el país no reconoce. Sentarse a dialogar es reconocer. Militares tienen que reconocer que su fuerza asesinó a más de 6.402 jóvenes para engañarnos sobre sus éxitos. Reconocer y pedir perdón. Iván Duque, como Nayib Bukele en El Salvador, rompió el sistema de pesos y contrapesos adueñándose de Fiscalía, Procuraduría y Defensoría. ¿El resultado? No hay con quien negociar. Fuerzas sociales exigen reconocer, reconocer que la historia se repite si no cambiamos el rumbo para que el incendio no se extienda hasta nuestras casas.

Por Sergio Roldán

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Carlos(67125)17 de mayo de 2021 - 09:21 p. m.
quien no conoce los males del país con las soluciones pero periodistas que en lugar de aportar solo saben ponerle gasolina al fuego escriban aportando como LLEGAR a las soluciones como cada ciudadano puede aportar su granito de arena para fomentar la empatía y no los odios y así podamos construir un país prospero
juan(9371)17 de mayo de 2021 - 06:38 p. m.
Psicópatas,sociópatas, borrachos, sopladores de sustancias, etc. Esa es la fauna que ha dirigido este rico país durante más de 200 años. No somos una sociedad enferma. Son ellos, esas gárgolas que no quieren dejar llegar el desarrollo equitativo para todos.
Pedro(86870)17 de mayo de 2021 - 03:41 p. m.
Es muy desalentadora la descripción que hace el columnista. Ahora la punta de la perversión la tiene el uribismo recalcitrante y premoderno que está en la tónica de no dejar avanzar el país hacia el siglo XXI y violando los derechos humanos sin contemplación. La fuerzas recalcitrantes están ahí destruyendo cualquier intento de democratizar el país. Las novelas de J. G. Vásquez retratan muy bien es
ERWIN(18151)17 de mayo de 2021 - 12:03 p. m.
excelente articulo .. toda una vida,mas de una sumidos en la violencia .. no tenemos derecho de vivir en paz?..porque hay que copiarle a unos sicopatas ,asesinos y seguir ,en esta espiral de violencia? nooo.. queremos vivir en paz,sin jovenes asesinados para ser vestidos como insurgentes ...
Helena(66766)17 de mayo de 2021 - 09:16 a. m.
Es una verdad que lacera! Hasta dónde llegaremos? seremos capaces de reconocer ....? Ese títere no va a reconocer y los de la secta tan culpables, seguirán lucrándose de nuestra inercia. Duele Colombia
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