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Con la elección de Lina Marcela Escobar Martínez a la Corte Constitucional para reemplazar a la magistrada Diana Fajardo se garantiza que el alto tribunal no seguirá perdiendo la tan importante paridad de género que ha tenido a lo largo de los años. Existía la preocupación, pues con los nombramientos de relevos recientes se han privilegiado hombres. Había también otra pregunta importante: ¿el legado liberal de Fajardo se respetaría con esta nueva elección?
La respuesta parece ser afirmativa. Fajardo, quien a lo largo de sus años en la Corte Constitucional se convirtió en un referente de las decisiones judiciales con empatía, la única mujer que votó a favor de la despenalización del aborto en 2022 en la sentencia hito, deja un vacío difícil de llenar. Sin embargo, Escobar Martínez parece ir en la misma escuela jurídica, esa que entiende la Constitución no solo como la norma de normas, sino como una promesa de inclusión, protección a los vulnerables y constante evolución para responder al cambio de los tiempos. Ante el Senado, la ahora nueva magistrada dijo: “Debemos trazar rutas donde tengamos un espacio de garantías de libertades, inclusión, consciencias ambiental y cultural, desarrollo de iniciativas públicas y privadas, de apertura de derechos nominados, innominados y emergentes”.
La nominación de Escobar Martínez ocurrió en medio de un gesto que también debe celebrarse. La Corte Suprema de Justicia, que a veces se ha descachado con los perfiles de juristas que nomina y elige para altos cargos, en esta ocasión decidió conformar una terna de mujeres idóneas. Lo hizo al reconocer la importancia histórica de una figura como Fajardo y también al ver que la paridad de género se torna frágil cuando no hay acciones conscientes que busquen protegerlas. Colombia ha recorrido un buen camino histórico de solucionar la desigualdad en espacios tan importantes como la Corte Constitucional, pero falta aún mucho y si no se toman medidas como la de la Corte Suprema es fácil retroceder.
La nueva magistrada, como algunos de los magistrados recientemente elegidos, llega con algo de equipaje político, aunque sin duda mucho menos que personas como Héctor Carvajal y Vladimir Fernández. Su elección con 82 votos en el Senado es un acto de respaldo, pero le impone inmediatamente una necesaria sospecha. Escobar debe comprender que su aterrizaje en la Corte exige demostrar cuanto antes su independencia, su capacidad para desmarcarse de los políticos que la eligieron y lealtad absoluta a la Constitución.
Las instituciones en Colombia están en un punto de tensión por el enfrentamiento de las tres ramas del poder público. La Corte Constitucional está en el centro de ese debate, pues ha sido la llamada a dirimir las fricciones. Esto es un reflejo del respeto que produce su trabajo riguroso y transparente de años. Pero el mismo alto tribunal está en un proceso de cambio y reconfiguración de sus fuerzas ideológicas internas. Por eso, todos los magistrados deben comprender el peso histórico del rol que ostentan y lo mucho que los colombianos necesitan una guardiana de la Constitución que sea independiente, persuasiva y defensora de la democracia. Ese es el reto para Escobar Martínez y para todos los demás magistrados y magistrados auxiliares. No podemos perder un legado tan importante.
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