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Así se llamaba la empresa de seguridad privada de Yair Klein, el mercenario israelí que asesoró grupos paramilitares. Contrario a otros importantes avances en el esclarecimiento de pasados difíciles a través de la justicia transicional, el capítulo de la participación de Klein en el conflicto armado colombiano no ha sido debidamente atendido. Sobre su llegada y trabajo en el país hay un larga lista de rumores, notas periodísticas, declaraciones de iración, sentencias y frases dichas por él mismo (“el mejor capítulo de mi vida fue mi paso por Colombia”).
Están los que sostienen que fue ado por cercanos a Gonzalo Rodríguez Gacha para enseñar sus tácticas a grupos de autodefensa en la región del Magdalena Medio. Sus métodos habrían sido socializados entre los hombres de Fidel Castaño. Habría entrenado a Alonso de Jesús Baquero, alias Negro Vladimir, de quien se dice fue su mejor discípulo. En palabras del alumno: “Nos dijeron que un guerrillero o un auxiliador de la guerrilla, ubicado en un sitio clave, nos podía hacer mucho daño. Entonces salimos a perseguir a los colaboradores y al brazo armado de las FARC. Y les dimos muy duro. Al que detectábamos, le dábamos. Fue apasionante ser alumno de Klein”. También hombres de Ramón Isaza habrían pasado por sus clases. Carlos Castaño cuenta en su libro “Mi confesión” que tomó algunos cursos con Klein en la finca La Cincuenta.
Según Klein a Colombia llegó por una empresa de seguridad privada que trabajaba para el Ministerio de Seguridad de Israel. Un día después de aterrizar en Colombia se habría reunido con un miembro de las Fuerzas Armadas. La idea, explicó en una entrevista para Los Informantes en el 2014, era que entrenara campesinos en Urabá. Los interesados iniciales serían empresarios del banano. No hubo luz verde… Volvió a Israel pero volvió a Colombia. Pronto se reunió con el poder político y militar de Puerto Boyacá. Si no era con militares o empresarios, era con funcionarios del Ministerio de Agricultura. “Todas las armas que utilizamos venían del Ejército Colombiano” (algunas importadas desde Israel). Sobre los entrenamientos: “El terreno estaba en el centro de varias bases militares”. Sobre narcotráfico: “Nunca me reuní con organización alguna relacionada con drogas”. La CIA sería la culpable de “ensuciar” su nombre. Y a la pregunta sobre “qué sintió cuando se enteró de que esos hombres que usted entrenó terminaron descuartizando campesinos”, esta respuesta: “No me arrepiento de lo que hice, pero ese no era mi objetivo. Todo sucedió después de que me fui”.
Otras voces han intervenido. El ex director del DAS Andrés Peñate tildó a Klein de “terrorista y bandido, entrenador de grupos de sicarios”. En 2001 el Juzgado Penal del Circuito Especializado de Manizales lo condenó, junto con otros tres compatriotas, a 128 meses de cárcel por instruir y entrenar en tácticas, técnicas o procedimientos “militares o terroristas”. Hay testimonios que lo acusan de haber cometido delitos parecidos en Nicaragua y Sierra Leona. Pese a que Klein fue detenido en el 2007 en el aeropuerto Domedédovo en Moscú, no fue posible su extradición. Por el contrario, la Corte Europea para los Derechos Humanos dictaminó que de ser deportado su vida estaría en riesgo en Colombia. Las protestas de familiares de las víctimas del paramilitarismo, en ese y otros momentos, no surtieron ningún efecto.
