
“Muy bien de su presidente Petro responderle así a Trump”, me dijo un hombre blanco, de barba corta y bien cuidada, enjuto y modesto, que afirmaba haber trabajado en varios países de América Latina y que esa noche del 29 de enero estaba, al igual que yo, en el sótano de la Iglesia Baptista Matthews Memorial de Anacostia, un barrio tradicionalmente afroamericano de Washington D. C.
El recinto, con suelo de láminas marrones, donde nos resguardábamos del invierno unas trescientas personas, parecía más un salón de banquetes comunitario que un sótano. Sillas de madera en torno a grandes mesas redondas sin manteles. Un escenario vacío a...
