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Uno de los motivos por los que se escucha que el centro no existe, o es difícil entender exactamente qué ideas del centro vienen de la izquierda o de la derecha o del centro mismo, es que este, más que un conjunto de propuestas sobre qué políticas públicas implementar, es ante todo una concepción del Estado y la democracia.
El centro, inspirado en la idea liberal del Estado, lo estructura en torno a la libertad de pensamiento y participación política, la libertad de propiedad y mercado, y los derechos humanos, según la tradición del mundo atlántico, europeo y caribe de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, que ha debido actualizarse para incluir la abolición de la esclavitud y la defensa de la igualdad étnica y de pueblos, la protección de las minorías y la igualdad de géneros, pues en su primera edición inglesa el liberalismo tenía poco de libertad.
Para la democracia, según una concepción centrista, es más importante la protección de aquellas libertades y derechos que la voluntad del mandatario que ganó las elecciones de turno. Por eso el centro, para limitar la voluntad del mandatario de turno, valora de la democracia no sólo el voto representativo, sino también la separación de poderes, el imperio de la ley, el respeto a la constitución y sus reglas de juego, y la protección de las libertades y derechos de quienes perdieron las elecciones.
Gustavo Petro, por ejemplo, ha estado más cerca del centro político que Álvaro Uribe, pues ha sido mayor su respeto hacia la institucionalidad tal como la concibe el centro.
Sobre este eje de centro, entonces, es difícil que las políticas públicas se muevan demasiado a la izquierda o a la derecha. Así como no se elimina la propiedad privada, tampoco se eliminan los derechos de las minorías sexuales.
Estados Unidos, sobre todo después de la caída de la Unión Soviética y con excepciones durante la era de Bush hijo, se ha mantenido en esta concepción de centro político. Es también el modelo político que promovió con cierto éxito y sangrientos fracasos en el extranjero.
Ya hemos visto cómo algunos países de América Latina, como El Salvador, Venezuela y Nicaragua, le han dado la espalda a este modelo porque no creen que resuelva sus crisis de seguridad o tenga éxito en la lucha contra la pobreza.
Ahora el principal promotor en el mundo de este modelo le ha dado la espalda. A diferencia de otros casos en el mundo, Estados Unidos le dio la espalda a la democracia sin que hubiera una crisis. Las condiciones económicas del país son prósperas y sólidas en comparación con casi todos los demás países del mundo, la inseguridad es relativamente baja y las condiciones de vida de la población son buenas. Desde 2010 hasta hoy la pobreza ha caído consistentemente, con la excepción de leve un aumento por la pandemia.
Son complejos los motivos por los que tantos estadounidenses ahora desconfían del centro político. Tiene que ver con la sobreestimación del liberalismo de los años 90 en el poder que tendría la economía terciaria para generar más prosperidad en las zonas rurales y en las ciudades secundarias. Con no haber apoyado dicha confianza en el poder de la economía terciaria con fácil a la educación superior.
Con las redes sociales y su capacidad para difundir información falsa, teorías de conspiración y fomentar controversias en torno a temas culturales y de identidad con poca o ninguna restricción editorial —¿tengo o no el derecho a no ponerme una mascarilla durante una pandemia causada por una enfermedad respiratoria contagiosa? —. Con el poder de estas redes sociales para crear la percepción de crisis.
Con la descomunal capacidad de gasto de multimillonarios antidemocráticos en las campañas políticas. Con una confianza desmesurada de la Constitución en que los gobernantes de Estados Unidos siempre pensarían que la democracia liberal era un sistema político de ventajas autoevidentes. E irónicamente, también tiene que ver con una dificultad desmesurada para modificar dicha Constitución. El documento dejó de ser vivo en asuntos de extrema importancia.
No sabemos en qué medida quienes votaron por Trump esta segunda vez se tomaron en serio que se esforzaría por desmantelar la democracia basada en el centro político para virar hacia la extrema derecha. Quizás pensaban exageradas las advertencias. Muchos aún no lo creen, pero para esa tormenta va el barco.
Threads: @santiagovillach
