
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En una cueva habitada por murciélagos, de una lejana región de la China, los recolectores de guano se empezaron a morir de una neumonía desconocida. La severidad de la enfermedad llamó la atención de los médicos y comenzaron las investigaciones para detectar el virus.
Posiblemente, algunas de estas investigaciones llegaron después al Instituto de Virología de Wuhan, fundado en 1956. Como las condiciones de seguridad de las instalaciones del instituto no permitían trabajar con virus potentes y contagiosos, se construyeron, con asesoría sa, nuevas instalaciones de nivel P4 y se empezaron conjuntamente investigaciones avanzadas. Los estadounidenses también financiaron algunos de estos proyectos. Publicaciones científicas dan cuenta del intercambio con los científicos chinos.
A finales de 2019, un oftalmólogo en Wuhan fue contagiado por un paciente y tuvo una neumonía de la que murió más tarde, no sin antes haber informado y alertado sobre el riesgo de contagio; sufrió represión y señalamientos, al igual que los periodistas que denunciaron la situación. La narrativa oficial actual predominante desconoce estos hechos y se refiere a la aparición de un brote de enfermedad respiratoria severa aguda, que aseguran fue reportado oportunamente, relacionado con el comercio de animales silvestres (murciélagos y otros) del mercado de Wuhan. El mercado fue incinerado.
El gobierno francés, que había celebrado la inauguración del laboratorio P4, envió como apoyo a Wuhan un “avión-cargo” con comandos élite y material médico, que regresó con buena parte del personal científico. Todos quedaron en cuarentena en una base militar (secreta); al parecer, un súper-comando no respetó la cuarentena y contagió al director del colegio de un pueblo cercano, quien murió de COVID-19. ¿Pacientes 0-1 en Francia? Sin embargo, el poderoso SARS-CoV-2 posiblemente estaba circulando como turista desde finales del 2019 en Europa. Son numerosos los casos de SARS que se presentaron en el norte de Italia, España e Inglaterra, antes de la oficialización de la pandemia.
Ahora, cinco años después, es evidente el desconcierto e improvisación que tuvieron los gobernantes. Muchos se resistieron a aceptar las alertas, las vacunas, el confinamiento, los refuerzos a la infraestructura de salud, el cambio de prioridades macroeconómicas y las recomendaciones de los organismos multilaterales y de los científicos nacionales. A pesar de que una pandemia era algo anunciado como altamente probable, hubo imprevisión en los países. Las reacciones fueron torpes: con señalamientos a los países “enemigos” y prioridad a los connacionales; se evidenciaron la falta de fraternidad y la fragilidad de la humanidad ante una amenaza planetaria. El SARS-CoV-2 se expandió, mutó; sus cambios son imposibles de seguir, sus brotes son impredecibles. La COVID-19 mostró una fisura profunda entre el modelo político vertical actual y los geo-ecosistemas terrestres. Una civilización en pausa observó el resurgir de la vida en el planeta; lección para manejar otras pandemias…
Una portavoz del gobierno chino acaba de anunciar un SARS. ¿Será una gripa conocida severa, una variante de la COVID-19, un nuevo coronavirus? ¿El sistema de salud del país está preparado?
Nota del editor: si bien la OMS, con datos del gobierno chino, informó de un aumento de casos del metapneumovirus humano a finales de 2024, dicha enfermedad no es nueva y no se ha declarado emergencia sanitaria alguna. Puede encontrar más información en este enlace.
