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Hace más de una década el escritor palestino y defensor de los derechos humanos, Raja Shehadeh, me dijo que el pueblo al que pertenece iba a ser exterminado. La persona que yo era en aquel entonces resistió creer que ello fuese posible. “El mundo libre no lo permitiría,” me dije; “la experiencia histórica del pueblo israelí no lo permitiría,” me dije. Estaba equivocado.
En alguna medida todos hemos sido cómplices del exterminio del pueblo palestino, como sugiere Pankaj Mishra en su libro El mundo después de Gaza. Hemos sido extremadamente cautelosos, hemos guardado silencio, o hemos votado por quienes niegan, toleran, y financian las atrocidades que han tenido lugar en los territorios ocupados. Por ello cabe recordar a quienes se preguntan, “¿por qué se preocupan tanto por Gaza y no por Sudán, el Congo o Ucrania?,” que solo en el caso de Gaza y el resto de los territorios ocupados es visible una complicidad semejante con la exterminación de todo un pueblo.
A pesar de ello, quizás algo esté cambiando. El hastío de una parte considerable de la población frente a dicha complicidad es palpable en ciertos países europeos y en Gran Bretaña. Aquí, la última de varias protestas contra el castigo colectivo de los palestinos y la hambruna provocada logró convocar a casi medio millón de personas en las calles de Londres. Ello sin importar la creciente represión policial en contra de los manifestantes; se calcula que durante las protestas de enero tuvieron lugar unos setenta y siete arrestos.
Resulta palpable también la credibilidad que ha ganado el argumento según el cual estaría emergiendo una suerte de apartheid en Israel y los territorios ocupados. Igualmente, el que resulta inaceptable consentir la erosión de límites muy básicos en lo ético y el derecho internacional.
A este respecto, no me es necesaria otra evidencia que la que yo mismo vi y escuché durante una visita a los territorios ocupados en el primer semestre de 2023, cuando Gaza ya estaba siendo bombardeada. Fui testigo en Hebrón del odio que expresan los protagonistas del documental The Settlers realizado por Louis Theroux.
La reacción a dicho documental, presentado hace unas semanas en la televisión británica, se resume en el mensaje puesto en la plataforma X por el escritor y académico Hamza Yusuf, citado por Theroux: el escándalo provocado por The Settlers “dice mucho acerca de la manera como los medios han aislado al público de la realidad brutal de la ocupación.” En respuesta, Theroux ha dicho, “sé bien que nuestro documental nunca podría capturar el impacto real de lo que está sucediendo en Cisjordania” y el resto de los territorios ocupados.
Además, el contexto actual es diferente. En días pasados, el secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, declaró ante el Congreso de ese país que la istración que representa habría consultado el que gobiernos de la región medio oriental estuviesen dispuestos a recibir palestinos si abandonan Gaza “de manera voluntaria.”
Este lenguaje resulta confuso, por decir lo menos. No se puede hablar del ejercicio libre de la voluntad de un pueblo, o de sus , cuando se lo somete a un castigo colectivo e inclemente, o un estado de sitio que el historiador William Dalrymple califica como “medieval” pues cierra el a alimentos y ayuda humanitaria, lo bloquea, o lo permite a cuentagotas, de manera que el resultado es una hambruna sistemática y deliberada.
A esa política cabe sumar la retórica que se refiere a Gaza como “prime real estate” y afirma que los palestinos deberían salir de allí y buscar refugio en los países vecinos. Dicho lenguaje no solo hace eco de los planes para el desplazamiento forzado de la población, sino que los toleran, brindan legitimidad y apoyo a esa política a pesar de que con claridad resulta en serias violaciones de al menos dos principios básicos de las relaciones y el derecho internacional: la prohibición de la anexión de territorios por la fuerza y la autodeterminación de los pueblos.
Quienes condenan la anexión de Crimea por parte de Rusia, por ello mismo, no pueden menos que condenar la política del gobierno israelí en los territorios ocupados. No todo da lo mismo. Parafraseando a George Orwell, podemos afirmar que todo sufrimiento es igual, pero algunos sufrimientos son más iguales que otros. Podemos contextualizar y medir nuestras posiciones, y hasta abandonar posiciones previas cuando la evidencia y el razonamiento con base en ella nos permiten decidir una cuestión.
No se trata entonces de mera polarización, ni de hacerse del lado de quienes han llevado a cabo actos terroristas, como Hamás, al evaluar como intolerable lo que ocurre en Gaza y los territorios ocupados. En este caso existe evidencia pública y convincente para reconocer que lo ocurrido es inaceptable e intolerable. Así lo han concluido los líderes británico, francés, y canadiense, siguiendo el ejemplo previo de Holanda y España junto a los países del sur global, entre ellos Colombia. Para muchos, dicho reconocimiento es tardío. Pero como dijo Martin Luther King, “si bien el arco del universo moral es largo, tiende a caer del lado de la justicia.”
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