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Ojalá todos recibiéramos de Navidad un momento tan cálido y afectuoso como el que le fue dado al ex ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas en La W radio. A juzgar por el cariño y las risas con que fue tratado por Julito, más que a una entrevista periodística con un actor de la vida nacional que tiene y ejerce poder, asistimos a una novena familiar.
Un cuadro costumbrista, con sus alegres tonos arribistas y la mirada bogotana (estuve en Ipiales, tan bonito eso por allá, lástima el paisaje del resguardo indígena con su consulta previa impidiendo el desarrollo y la carretera que se parece a las de Europa…).
Pese a lo íntimo del rato radial, el tono del invitado no era del todo amigable, como no lo eran, de hecho, los comentarios generales con los que se le incitaba a compartir sus opiniones, dichos y experiencias. Cómo salimos de esta y quién nos salvará: en esa onda, tan imparcial, arrancaron. Pronto las onces derraparon en recetas para llegar vivos al final del gobierno de Petro.
Esto quedó así y ya pasó lo peor, diagnosticó el agasajado. O falta poco. Chinchín. Por lo demás, el mañana se ve esperanzador, lleno de modernidad. La gloria de la reactivación está a la vuelta de la esquina. Como también lo está el fracking, para que no se diga que el otrora piloto de la locomotora minera bajo Santos ha olvidado conducir.
El tema de fondo ha podido ser dónde serán las vacaciones y en qué va la salsa de ciruelas para el pernil, pero el también coequipero de César Gaviria y Andrés Pastrana insistió en que estamos prácticamente al borde del suicidio colectivo con el manejo de las finanzas públicas.
Caída la ley de financiamiento y obligado el gobierno a recortar sus gastos, hubo espacio para el regocijo. El villancico de fondo era que la economía no podría ir peor.
Que lo diga si no The Economist.
