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Ahora que el Vaticano es tema de moda, es oportuno recordar una pequeña obra maestra de la música, el “Miserere” de Gregorio Allegri, que por muchos años fue un secreto cuidadosamente guardado de la Capilla Sixtina. Aunque el texto es el del Salmo 51, que pide a la divinidad que tenga misericordia de uno, en Spotify atribuyen el texto a Allegri, como si la Biblia hubiera sido escrita por él. La obra, que dura poco menos que un cuarto de hora, fue compuesta en el siglo XVII, bajo el papado de Urbano VIII, para ser usado en los oficios de tinieblas de la Semana Santa. Está compuesta para dos coros, uno a cuatro y el otro a cinco voces, con un grupo de cantantes adicional que hace responsos en canto llano.
El papa consideró la obra tan excepcional que decidió prohibir, bajo pena de excomunión, que se interpretara por fuera de la Sixtina y que nadie podía copiar la música para ser usada en otras partes. Así el Miserere fue de uso exclusivo del Vaticano, aunque los mismos pontífices autorizaron varias copias para ser entregadas a otros monarcas, como el rey de Portugal y el emperador Leopoldo I. Era, por tanto, un secreto muy mal guardado y de hecho dejó de serlo cuando en abril de 1770 el joven compositor Wolfgang Amadeus Mozart, de catorce años, acompañado de su padre la escuchó un Viernes Santo y al salir de la Capilla Sixtina la transcribió de memoria en su integridad. Aunque el genio prodigioso de Mozart bien hubiera logrado esa hazaña, hoy día muchos estudiosos dudan de su veracidad, pues se ha comprobado que uno de los maestros del músico, el Padre Martini, estaba en posesión de una copia del Miserere. En todo caso Mozart no solo no fue excomulgado, sino que los pocos meses el nuevo papa, Clemente XIV, no solo elogió al músico, sino que además, a pesar de su corta edad lo nombró caballero de la orden de la Espuela de Oro, un honor excepcional y que no se le hubiera dado a un hereje que hubiera saltado una prohibición pontifica.
En todo caso, hoy día el Miserere es una de las obras de la edad de la polifonía más frecuentemente grabadas y hay cerca de un centenar de discos que la contiene. La triste suerte de Allegri es que a pesar de haber sido un músico prolífico, con cantidad de obras compuestas por él, es recordado solo por el Miserere y por la anécdota – quizá apócrifa-, que lo relaciona con el gran Mozart. Como coda irónica a esta historia, desde hace muchos años el Miserere ya no figura dentro del repertorio de música litúrgica del Vaticano.
