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El adiós a Pepe Mujica

Julián de Zubiría Samper
20 de mayo de 2025 - 05:00 a. m.
“Es difícil imaginar alguien que haya impactado más en América Latina en las últimas décadas”: Julián De Zubiría Samper
“Es difícil imaginar alguien que haya impactado más en América Latina en las últimas décadas”: Julián De Zubiría Samper
Foto: AFP - ALVARO SALAS
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La muerte de Pepe Mujica ha conmocionado al mundo. Su mensaje trascendió las fronteras ideológicas y generacionales. Es difícil imaginar alguien que haya impactado más en América Latina en las últimas décadas. ¿Qué explica esa relación mágica entre un político y millones de personas en todo el mundo? No es fácil dar una respuesta, pero trataré de destacar algunas posibles razones.

Primero. La coherencia. Mujica fue un hombre profundamente coherente durante toda su vida. Se comprometió con una causa y vivió fiel a sus convicciones. Todo el mundo sabe que no robó un centavo y que no permitiría que alguien lo hiciera. En un continente en el que es tan frecuente que algunos de los más corruptos terminen dedicados a la política y donde, para referirse a gobernadores y alcaldes, es muy común la expresión “él roba, pero hace”, la honestidad es algo que la población valora mucho, aunque suele ser escasa entre los políticos.

Mujica fue un ejemplo de pulcritud, coherencia y honestidad. Cuando le endilgaron el mote de “el presidente más pobre del mundo”, su respuesta fue tan brillante como auténtica: “Pobre es aquel que siempre necesita algo más. Yo he tenido la fortuna de aprender a vivir con un equipaje liviano. Eso no es pobreza”.

Hablaba con la franqueza de un campesino y la sabiduría de un filósofo. Es por eso que podemos decir que si maestro es quien enseña con el ejemplo, Pepe Mujica pasará a la historia como uno de los más grandes maestros de nuestro tiempo por decir lo que pensaba, sentir lo que decía y vivir de acuerdo a eso.

Segundo. Su mensaje esperanzador. No es cierto –como dijo Mujica– que él intentó cambiar el mundo, pero que al final “no logró cambiar un carajo”. Puede ser una reflexión muy autocrítica y original, pero no es cierta. Mujica cambió las maneras de hacer política, de enseñar, de comunicar, de liderar y de inspirar, pero muy especialmente le demostró a la juventud que es posible hacer política sin robar, sin excluir y sin polarizar.

Dedicó sus últimas décadas a reflexionar sobre la libertad, la vida y la felicidad. Entre él y buena parte de los políticos latinoamericanos, obsesionados con ganar las próximas elecciones, hay un abismo casi insalvable. Como solía decir, “no es que el poder cambie a las personas, lo que en realidad sucede es que muestra quienes somos”.

¿En qué gastas el tiempo en la vida? Si no te haces esta pregunta, el mercado se hará cargo y te pasarás todo el tiempo de tu vida pagando cuentas y comprando cosas. Y tú no compras con plata, compras con el tiempo de tu vida que gastaste para tener esa plata, pero el tiempo de la vida no se repone”. Es difícil encontrar un mensaje más claro contra la sociedad de consumo en la que vivimos.

Mujica ayudó a construir esperanza. Fue muy valiente como presidente al convertir a Uruguay en el primer país en América Latina en legalizar la marihuana después de ver el rotundo fracaso de la política mundial antidrogas y el segundo en reconocer el derecho al matrimonio en las parejas de homosexuales. Al hacerlo, cambió principios esenciales en su país e inspiró a gobiernos en todo el continente a que también lo hicieran. La gran paradoja es que fueron precisamente los sindicatos de educadores quienes le bloquearon sus esfuerzos por transformar la escuela y la universidad uruguaya. De no ser así, su legado pedagógico hubiera sido esencial. Tal vez, uno de sus más bellos discursos fue el que dedicó a los intelectuales y artistas en su país. No hay que olvidar que fue un militante eterno de la utopía que le apostó a una transformación cultural profunda.

Tercero. La resiliencia. Mujica promovió la resiliencia propia e invitó a todos a cultivarla. Fue detenido, torturado y encerrado durante doce largos años. Aun así, aprendió a jugar con su propia mente y a releer en su cabeza los libros para no enloquecer. Sin duda, como Nelson Mandela, el largo encierro que padeció fue esencial en su valoración de la paz y la dignidad humana. Por eso siempre les decía a los jóvenes que “triunfar en la vida era levantarse y volver a empezar, cada vez que la vida nos golpea. Eso vale para el amor, el trabajo y para todas las relaciones humanas”. Este es un mensaje esencial para que lo tenga en cuenta una juventud que ha mostrado tener poca tolerancia al fracaso.

A pesar de las detenciones y torturas, hizo todo lo que estaba a su alcance para elevar los consensos y facilitar la solución política en todos los conflictos. Se comprometió hasta el alma para sacar adelante el proceso de paz en Colombia. Reiteradamente invitó a las FARC a desarmarse. Sin su apoyo, el éxito de la firma de los acuerdos de paz habría sido mucho más difícil. Sus palabras de despedida del Senado de Uruguay son tan bellas como elocuentes: “Soy pasional, pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, porque aprendí una dura lección que me puso la vida: el odio termina estupidizando. El odio es ciego como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye”. Un claro mensaje contra la extrema derecha y la extrema izquierda que se han especializado en convertir el odio y la ira en votos.

Cuarto. Su defensa de la dignidad humana. En un continente marcado por la desigualdad, la pobreza, la violencia y la injusticia, Mujica se erige como un guardián de la dignidad humana. Su preocupación por los pobres y marginados, su llamado a la solidaridad y su defensa de los derechos humanos trascienden las fronteras ideológicas. Su humanismo profundo es la expresión más clara de su compromiso indeclinable por construir una sociedad más justa y equitativa. Unas palabras finales suyas muestran la trascendencia de su pensamiento y la enorme falta que nos hará en Colombia y en América Latina:

Es fácil tener respeto para los que piensan parecido a uno, pero hay que aprender que el fundamento de la democracia es el respeto a los que piensan diferente”.

Sin duda, este es uno de los motivos por los cuales se dice que Uruguay es la “Suiza de América”. También es una clara explicación de por qué en Colombia y América Latina sigue siendo tan débil la democracia que hasta el momento hemos construido.

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Simeimporta2(50174)21 de mayo de 2025 - 01:13 a. m.
Helmer Fernando Llanes Anaya(68067)20 de mayo de 2025 - 09:27 p. m.
Excelente análisis.
Pedro Juan Aristizábal Hoyos(86870)20 de mayo de 2025 - 07:44 p. m.
El padre de los cinco paises progesistas: Uruguay, Chile, Brasil, Colombia y México y aprendieron de él. También torturado como Petro y tantos otros. Mujica deja un legado fuerte para un capitalismo con rostro humano
Atenas (06773)20 de mayo de 2025 - 06:03 p. m.
Un gran embuchado esta oda a quien más se le conoció y aplaudió por causas subjetivas, o características propias de una personalidad afable, de retórica obvia y convincente y afín con cierta ideología en cuanto despliega un discurso idealista q’ cala en el cúmulo de necesidades de cualq’ grupo. Mas, en el plano objetivo o de establecimiento y desarrollo de políticas q’ las paliaran fue calificado como mediocre presidente.Mucho va del dicho al hecho. El típico lunático pa un país minúsculo.Atenas
  • gabriel jaime mejia ruiz(26382)20 de mayo de 2025 - 11:43 p. m.
    Al menos Pepe Mojica será recordado por muchos en todo el mundo, te pregunto señor Atenas, ¿cuál será el legado que usted dejará?. Aprenda de Mojica y no vomite odio.
Hincha Rojo(87476)20 de mayo de 2025 - 03:31 p. m.
👏👏👏👏👏
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