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La producción de energía es fundamental para el desarrollo económico y para gran parte de la existencia humana. En el mundo su consumo ha crecido constantemente y después de la pandemia aumentó un 3 %. Demanda que se suple con combustibles fósiles en un 80 % debido a su alta rentabilidad, la cual asciende cuando hay tensiones geopolíticas.
El tránsito de fuentes convencionales como carbón, petróleo o gas hacia renovables como solar, eólica e hidrógeno verde se ha convertido en una prioridad para las agendas gubernamentales y multilaterales. Sin embargo, la producción baja en emisiones de carbono no ha logrado frenar el calentamiento global, la producción orgánica frente a la que utiliza hidrocarburos aún no es competitiva y el financiamiento de tecnología para proyectos sostenibles es insuficiente por su baja renta.
Este contexto le permite a la mayoría de la humanidad disfrutar de energía, de la cual todavía 675 millones de personas no tienen a la electricidad, principalmente en África subsahariana que concentra el 84 %, Asia un 10 % y América Latina y el Caribe un 3 %, según el Banco Mundial.
En contraste, la Agencia Internacional de Energía señala que los países con mejor desempeño en producción limpia son Suecia, Noruega, Dinamarca, Austria y Suiza. La economía industrializada que más ha implementado fuentes sostenibles es Alemania, con un 40 %. Los que cuentan con una matriz energética 100 % renovable son Paraguay, Albania, Bután, Etiopía, Islandia, Nepal y la República Democrática del Congo; mientras que en América Latina el país con mejor desempeño, debido a la producción con fuente hídrica, es Colombia, le siguen en eficiencia Chile, México y Argentina.
En cuanto a los países que más exportan energía, se resalta que lo hacen a partir de fuentes fósiles y energía nuclear. Tal es el caso de Canadá, gracias a sus reservas de hidrocarburos, Alemania con carbón importado y Francia derivada de plantas nucleares; con una base similar de producción, la energía más barata está en Corea del Sur, México y Japón.
En suma, se deduce que exportar energía a partir de fuentes renovables es costoso; exige conservar una matriz eficiente, utilizar para la transición energética los recursos naturales existentes; requiere inversiones en investigación y avanzar hacia un menor costo de la energía tanto para los hogares como la industria. Lo que constituye un reto ineludible e inaplazable para los países más sostenibles energéticamente.
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