{ "@context": "https://schema.org", "@type":"Organization", "name":"El Espectador", "url":"", "logo":{ "@type":"ImageObject", "url":"/pf/resources/images/favicons/favicon-EE-152.png?d=1051", "width":"300" }, "Point": { "@type": "Point", "telephone": "018000510903", "Type": "Servicio al cliente" }, "sameAs":[ "https://www.facebook.com/elespectadorcom", "https://twitter.com/elespectador", "https://www.instagram.com/elespectador/", "https://www.youtube.com//Elespectadorcom?sub_confirmation=1" ]}
Publicidad

Colombia en un avión de Avianca

Catalina Uribe Rincón
07 de junio de 2025 - 05:05 a. m.
“Y la reacción a esta columna será, por supuesto: “¡Entonces no la use!” Porque el colombiano cree que no merece más”: Catalina Uribe
“Y la reacción a esta columna será, por supuesto: “¡Entonces no la use!” Porque el colombiano cree que no merece más”: Catalina Uribe
Foto: Andrés Torres
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Los aviones, como el Airbus 320 para 180 pasajeros en el que me monté con destino a Bogotá, parecen ser modificados a la fuerza con el objetivo de apiñar más sillas. Sillas incómodas, por cierto, que ni siquiera coinciden con las luces de lectura ni con las ventanas. De ahí que, si alguien se atreve a reclinar su asiento –un gesto que se siente como insensible hacia el pasajero de atrás–, la luz del otro, si está encendida, te castiga directo en los ojos.

La primera clase consiste en dos sillas incómodas con un espacio en la mitad. Una cortina marca el límite simbólico de esa zona “ejecutiva”, aunque en realidad solo cubre un pequeño espacio y todo se ve perfectamente por encima de los asientos que vienen después. En esa business, como le dicen, es difícil incluso trabajar en un computador, como lo expresó una señora frustrada a la salida. Eso sí: la advertencia de que sólo esas pocas personas tienen el privilegio de usar el baño delantero se repite con firmeza. El 95 % restante debe compartir los dos baños traseros.

En un vuelo de seis horas –que en realidad fueron casi ocho, porque no autorizaban la salida–, la fila para los baños traseros se volvió irrisoria. Una persona, vencida por la necesidad, decidió cruzar la pequeña cortina de business, que parece más de restaurante chino de los 90, y usar el baño de adelante. Aunque a las azafatas no se las había visto mucho –ya no ofrecen ni agua, sino que hay que embutirse por el diminuto pasillo y llegar hasta atrás–, una de ellas emergió con determinación para advertir que estaba prohibido que “los de atrás” usaran ese baño.

El límite entre primera clase y el resto también se difumina en el espacio para las maletas. Encima de las primeras filas después de ejecutiva, el “compartimento superior”, como lo llaman, parece un limbo entre dos mundos. La maleta de un señor se extendía ligeramente hacia la zona de los “elegidos,” y la azafata, con firmeza, lo obligó a empujarla más allá para que no respirara el aire de esas piezas importantes.

Entre todo esto, antes siquiera de despegar, un señor decidió que lo mejor era subir al avión un curri. Otra señora hablaba con su hijo en videollamada y sin audífonos, y decía a todo pulmón: “¡Papito, ya casi te veo! ¡Bendiciones!”. Cuando ya despegamos, otro señor, que viajaba con sus hijos pequeños, intentaba evitar el llanto de uno, pues cuando quiso comprar comida ya “se había agotado todo”. Otro pasajero compró un capuchino que la azafata preparó echando un polvito en un vaso, que después revolvió con un palito a toda velocidad.

El punto no es caer en el discurso simplón de odiemos a empresas y empresarios. El lío no es sólo Avianca, se trata de un microcosmos de la cotidianidad colombiana: todos pegados, invadiendo los sentidos del otro –el ruido, el olor, el tacto–; con reglas que nadie respeta y una mezcla curiosa de superioridad o resentimiento hacia quien apenas está menos peor. Pegados, pero haciendo todo lo posible por no tocarnos. Llenos de normas, pero escasos de sentido común. Con sed. Y con complejos. Y la reacción a esta columna será, por supuesto: “¡Entonces no la use!” Porque el colombiano cree que no merece más. Que debe vivir mal. Que no tiene derecho a pensarse para mejorar.

Conoce más

Temas recomendados:

 

María Victoria Costa López(95949)Hace 48 minutos
Increíble pensar que todavía hay mucha gente que cree que Avianca es aerolínea colombiana. Es un negocio aéreo extranjero absolutamente mediocre, pero como alguien dice, alternativa para inmigrantes estrato 1 y 2. Que estupidez, pobres gentes.
Rodrigo E Ordonez(2908)Hace 1 hora
Hermosa columna para desenmascarar semejante ladrillo de aerolínea. Avianca es de lo peor. posan de aerolínea de primera clase, y así cuesta todo al viajar con ellos, pero no pasan de ser una low-cost de pacotilla. Verguenza esa compañía.
Francisco Escobar G.(78033)Hace 1 hora
Que la Aeronáutica Civil controle ese abuso en los aviones? Y ahora, más cuentachistes...
Agustín Toloza Cubaque(31453)Hace 1 hora
Es increíble lo que dices: "porque el colombiano cree que no merece más". Vivo en México desde hace 10 años y aquí se respeta mucho al ciudadano y la razón es muy simple: cada vez que intentan perjudicar a los ciudadanos, éstos salen a las calles, de forma masiva se paran frente al zócalo de la CDMX y hacer parar todo, hasta que se echen para atrás. Tengo entendido que hubo una revolución hace 100 años, en la que el pueblo se tomó el poder y no dejaron que los oligarcas los siguieran jodiendo.
Helena Daza(32726)Hace 2 horas
Definitivamente eso ya no es Avianca, la linea aérea que representaba al pais y en la que se viajaba super bien. No viajo en ella desde que se volvió de propiedad de United y no precisamente por chauvinismo sino porque el cambio empezó con el manejo de las millas acumuladas que de un día para otro ya no sirvieron de nada y con las ridículas tarifas que empezaron a ofrecer en adelante. Nunca mas Avianca ni por necesidad.
  • Rodrigo E Ordonez(2908)Hace 1 hora
    Avianca ni siquiera es ya de Colombia!
Ver más comentarios
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar