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Hace un par de décadas celebrábamos cómo internet abría espacios digitales para la participación ciudadana y la libertad de expresión, con inocencia infantil abrazábamos la idea de una internet libre, abierta y para todes... El comunicado de Jeff Bezos en el que anuncia la nueva, y monolítica, línea editorial de opinión del Washington Post justifica la decisión en que en todo caso en internet “se pueden escuchar otras voces”. ¡Ja! ¡Eso es cada vez más utópico!
Veíamos venir un giro de 180 grados y no teníamos puesto el cinturón de seguridad. Demos una mirada a cómo está cambiando el espacio cívico de información, cómo al final del camino no tenemos esa plaza pública digital en la cual escuchar a las “otras voces”.
Hace unas semanas Trump suspendió todos los compromisos en dinero del Estado, a nivel federal, y está haciendo fuertes recortes de personal. En el fondo, uno de los mensajes que lanza es que su Estado no financiará a quien piense diferente, afectando directamente a la sociedad civil y a los medios independientes alrededor del mundo.
La movida de Bezos se alinea con esta mirada. Los periódicos siempre han tenido una línea editorial y han decidido a quién publican y a quién no, pero la crudeza con la que Bezos anunció cuál será la suya es bastante particular en ese sentido. En adelante su diario sólo ofrecerá opiniones en defensa y promoción de las libertades personales y el libre mercado, punto. Si quieres escuchar algo más, búscalo en internet.
Conociendo cómo funciona internet hoy, habrá que celebrar la ironía, pues quienes apostamos por la internet libre ya no nos queda sino reconocer que fallamos. Internet es una red fragmentada y privada en la que las políticas y algoritmos de las grandes y monopólicas plataformas afectan negativamente a las organizaciones de la sociedad civil (OSC) y a los medios independientes, limitando su capacidad de acción y restringiendo el a información relevante para la sociedad. A pesar de lo que diga Bezos, la verdad es que la voz de la sociedad civil y de los medios más pequeños hace rato está en un proceso de silenciamiento.
Esta semana Karisma, donde trabajo, publicó un informe pertinente en esta coyuntura: "Conectando las causas: el trabajo de sociedad civil y medios independientes en redes sociales es un desafío“. El informe relata los diferentes problemas y retos que se enfrentan en éste contexto y que pueden resumirse en restricciones arbitrarias que afectan la capacidad de difundir mensajes claves en temas de derechos humanos, justicia social y democracia.
En primer lugar, reconoce que el cambio del modelo de circulación de contenidos sucedido hace unos años hizo que los algoritmos de plataformas como Facebook, Instagram y TikTok redujeran el alcance orgánico de las publicaciones. Este cambio forzó a las OSC y a los medios independientes a transitar a los modelos pagos, hoy en día dependen de la publicidad digital y enfrentan las restricciones y la censura de esos espacios.
Las plataformas, sin razones claras sobre las restricciones y los mecanismos para enfrentarlas, limitan o bloquean la promoción de contenidos sobre temas sensibles como derechos sexuales y reproductivos, consumo de sustancias psicoactivas, noticias sobre violencia territorial, entre otros. En esas condiciones las OSC y los medios de comunicación tienen muy difícil competir con contenido comercial o viral. Al final los ven solo quienes los conocen y los siguen.
Además las plataformas toman decisiones automatizadas que afectan la difusión de información sin considerar el impacto en el derecho a la libertad de expresión, sin que existan canales de comunicación efectivos con estas plataformas para resolver problemas de moderación de contenido. No los había en 2024, no hay ningún incentivo para que los creen en 2025 si nos atenemos al contexto post segundo mandato de Trump.
Lo cierto es que estas restricciones llevan a OSC y medios independientes a modificar el lenguaje y la forma como presentan sus mensajes para evitar ser censuradas, diluyendo el impacto de sus campañas. Adicionalmente, al trabajo misional de las OSC y de los medios independientes también deben trabajar en adaptar su contenido a formatos más atractivos para los algoritmos, lo que viene con inversiones y procesos de aprendizaje que son costosos.
En un contexto de adversidad financiera y más precarización, estas voces se relegan a una internet de reglas y decisiones de plataformas digitales privadas que las afectan desproporcionadamente, que limitan su capacidad para generar opinión pública y difundir información clave. Fallamos en construir un espacio público digital global. Espero que, en ausencia de utilidad y sin empatía con las plataformas, o como simples actos de resistencia, estos espacios se abandonarán por muchos de estos actores. Deseo que en la crisis surjan alternativas más creativas y resilientes a partir de encuentros locales, nichos, comunidades en redes descentralizadas, más resilientes.
