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La Séptima: una vía que nos está volviendo locos

Blanca Inés Durán
24 de abril de 2025 - 05:05 a. m.
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Cada año que pasa sin intervenir la carrera Séptima es un año más de trancones, contaminación, ruido y atraso. Y todo eso deja huella en la salud mental y física de quienes vivimos en Bogotá. Ya es hora de dejar de aplazar la decisión política de modernizarla.

El pasado 3 de abril, El Espectador publicó un artículo sobre un estudio realizado por las universidades de los Andes y Nacional, que analizó la calidad de vida de las personas que habitan sobre la Séptima. La conclusión fue clara: “los habitantes de esta emblemática avenida presentaron mayores índices de enfermedades crónicas, como la hipertensión, y trastornos de salud mental, como la ansiedad”.

La Séptima es una de las vías más importantes de Bogotá. Atraviesa la ciudad de sur a norte, tiene una alta densidad de viviendas y es un corredor clave para el transporte público, bicicletas, carros y peatones. Sobre ella funcionan universidades, edificios de oficinas, entidades públicas, comercio y vida nocturna.

Pero esa vitalidad también trae consecuencias: ruido constante, aire contaminado, inseguridad. A eso se suma la falta de zonas verdes y de espacio público, más las basuras que se acumulan en los andenes. Todo esto convierte a la Séptima en un entorno que afecta seriamente la salud mental. Según el artículo, mientras que el 21,8 % de los bogotanos reportan síntomas de ansiedad, en el tramo del Centro, ese porcentaje sube al 31 %. Y el índice de depresión entre la calle 1 y la 39 es más de diez puntos superior al promedio: el 28,9 % de quienes viven en esa zona reportaron síntomas. Es, además, la población que expresó sentirse menos satisfecha con su estado de salud.

Otro problema crítico es la calidad del aire. La Organización Mundial de la Salud recomienda un límite diario de 15 microgramos por metro cúbico de partículas contaminantes. Sin embargo, según el estudio, entre las calles 23 y 57, entre la 72 y la 85, y al norte de la calle 183, los peatones estuvieron expuestos —en apenas 10 segundos— a niveles de hasta 90 microgramos. Seis veces por encima del umbral recomendado.

La situación es grave. Y aunque esta vía ha sido tema de varios planes de modernización, todos se han quedado a mitad de camino. Siempre aparece un obstáculo que impide hacer los cambios estructurales que se necesitan.

El intento más reciente, el del corredor verde que dejó contratado la istración de Claudia López, también se cayó, al menos en el tramo entre las calles 24 y 99. Si bien no era una propuesta perfecta, habría mejorado la movilidad, reducido la contaminación y disminuido el ruido con buses eléctricos, menos carros particulares, más zonas verdes, espacio peatonal y ciclorrutas.

Pero el proyecto no avanzó y hoy no hay otra propuesta concreta a la vista. El gobierno de Carlos Fernando Galán, frente a la impopularidad de intervenir esta vía, ha preferido dejar el tema en pausa. El problema es que ignorarlo no lo hace desaparecer. Al contrario: crece. Y cada año que pasa será más costoso y difícil tomar decisiones.

Cualquier solución que se proponga será impopular. No hay una fórmula mágica. La vía tiene poco espacio, está rodeada de edificaciones históricas, y cualquier modelo de movilidad va a generar oposición. En Bogotá hemos convertido cada medio de transporte en un campo de batalla político y eso ha bloqueado soluciones técnicas urgentes.

Además, como ocurre con el metro, los vecinos tendrán que prepararse para años de obras, polisombras, ruido y escombros. Muchos prefieren soportar el caos actual antes que asumir otro frente de obra, aunque se trate de una incomodidad temporal que podría traer mejoras duraderas.

Pero ya es hora de dejar de patear la pelota hacia adelante. Bogotá ha postergado durante décadas las obras que necesita para entrar de lleno en la modernidad. Y cada año que perdemos sin hacerlas es un año más de atraso. Mientras tanto, la calidad del aire empeora, el ruido aumenta, los trancones se intensifican y con ellos también nuestra presión arterial y nuestra ansiedad.

No se trata solo de intervenir la Séptima. Se trata de decidir, con valentía, qué ciudad queremos ser.

Blanca Inés Durán

Por Blanca Inés Durán

Bogotanóloga, ingeniera industrial y gestora pública.
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SÓTERO(26571)25 de abril de 2025 - 02:28 a. m.
El metroalcalde ha puesto en pausa no solo este proyecto, sino también su cabeza.
Lucila Reyes Sarmiento(21444)24 de abril de 2025 - 08:10 p. m.
Toda la ciudad está mal: inseguridad y contaminación. Como quieren meter cemento por todas partes estamos condenados a esta situación. Pésimos alcaldes.
Eduardo Sáenz Rovner(7668)24 de abril de 2025 - 05:00 p. m.
Kagajistán al fin y al cabo.
FRANCISCO EFREN ORTEGA RUALES(dshas)24 de abril de 2025 - 04:48 p. m.
Este vividor solo pensará en ser candidato a la presidencia, igual a todos, faltos del sentido de grandeza, invítenlo a ver y a oler, por la décima, desde la 13 hasta la calle 15 Sur. Que asco, que vergüenza.
ANDRES PATIÑO(27191)24 de abril de 2025 - 03:47 p. m.
dejar sin un carro la septima va a complicar mas la movilidad, esa tampoco es la solucion, debe ser un proyecto equilibrado
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