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Al fin salió a la luz. La FILBo fue su sala de partos, y el padre de la prodigiosa criatura: Miguel Bettin. Una obra gestada a lo largo de cuarenta años de investigación, trabajo, experiencias y vivencias compartidas. La criatura fue bautizada con el provocador nombre de Adicciones, y sus apellidos: Mitos y Realidades.
Es el libro que más necesita Colombia y que jamás se había escrito. La ignorancia sobre el tema es apabullante, a pesar de que durante años ha marcado profundamente al país con consecuencias trágicas: violencia, masacres, guerrillas, suicidios, demencia, maltratos familiares, violaciones, hurtos, corrupción rampante.
Un tema con mayúscula del que jamás se habla, pero que reina sobre todas las cosas y causas. Goza de un poder soberano y siempre gana los trofeos a base de destrucción, sea personal o colectiva. Se menciona en voz baja, pero nunca abiertamente. Se esconde “la caca del gato” debajo del tapete y se perfuma el salón.
Adicciones, abro comillas: “Las drogas, su cultivo o producción, su tráfico, el consumo y la adicción, así como la falta de verdaderas y honestas políticas de prevención, tratamiento y afrontamiento integral de todo ese continuo, han sido el principal problema social de Colombia en las últimas siete décadas, y causa, en gran medida, del subdesarrollo de la nación. Y peor aún: lo será por muchas décadas más, hasta tanto no lo asumamos con la importancia que se merece...”.
“El ‘problema de las drogas’ ha sido y seguirá siendo la causa, y desde unos años para acá, el motor de la guerra civil colombiana, y con ello de las masacres, desplazamientos, violaciones y secuestros entre hermanos, parientes, vecinos y amigos en esta, hasta hoy, fallida nación” (Introducción del libro).
Si por alguien meto la mano en la candela, es por Miguel Bettin. Psicólogo, con un PhD en España sobre adicciones. Lo conozco desde hace más de treinta años. Fui su paciente en la Fundación Pida Ayuda, en Bogotá. Estuve más de un mes internada; me escapé a los ocho días. El cuerpo me ordenaba seguir consumiendo. Pasé una semana tratando de meterme y beber lo que no había podido.
Volví a llamarlo cuando ya no podía más. Me contestó que la Fundación no era un ascensor para subirse y bajarse cuando a uno le diera la gana. Tres días de espera desesperada. Me recibió. Acepté la derrota total. Terapias de confrontación, grupales, individuales, de familia... Al salir, me vinculé a la Fundación y trabajé a su lado siete años. Escribí mi libro. Nació una amistad a prueba de fuego que todavía continúa.
En el libro, Miguel destapa la cloaca. Esa cloaca inmunda que es el universo de adictos, narcotraficantes y mafias, que solo lleva a la desolación y a un túnel negro sin posible salida. Miguel enfrenta al Estado sin tapujos: un Estado alcahuete, cómplice, sin una política seria de prevención, dejando al garete, al suicidio o a la locura a miles de personas que no pueden pagar un tratamiento y que no son capaces de dejar el consumo solo con reuniones de Alcohólicos Anónimos, Ludópatas Anónimos, Adictos al Sexo, a la Comida, a las Pantallas, etc.
Porque la adicción es una enfermedad primaria. Por lo tanto, el Estado debe legislar sobre ella. Es una enfermedad crónica como el asma o la diabetes: no tiene cura. Las alteraciones neuropsicológicas en los adictos perduran incluso muchos años después de haber suspendido el consumo y deben ser tratadas por profesionales de la salud, expertos en adicciones. Son ellos quienes atienden el síndrome de abstinencia, los ataques de pánico, depresiones, intentos de suicidio y recaídas que muchas veces —no pocas— llevan a la muerte o la locura.
La sociedad trata al adicto como a un paria, como a un vicioso sin fuerza de voluntad, ignorando que son seres gravemente enfermos. Muchos ya tirados en las calles, hablando solos, cubiertos de harapos, forman parte del paisaje urbano.
La prevención debe ser una política de Estado. Debe estar presente en escuelas, colegios, universidades, redes sociales y medios de comunicación.
“Quienes nacimos —y seguramente moriremos— en esta noche oscura de la nación, bajo este sino trágico del narcotráfico y las adicciones ignoradas, quizá no entendimos, ni siquiera imaginamos, lo que hubiera sido esta nación sin estas desgracias”.
Adicciones: mitos y realidades es un libro imprescindible sobre este infierno que vivimos y del que no vemos la salida.
Felicitaciones, Miguel Bettin: le pusiste el cascabel al gato. Le quitaste la máscara y ya nadie puede decir que no sabía.
