
El sol perpendicular del verano austral derrite los restos de asfalto roto y pedregullo de una calle que hace años estuvo pavimentada. Satisfechos por la entrevista realizada, acomodamos los equipos en la valija del auto, mientras nos secamos el sudor. A lo lejos vemos una pequeña figura humana que se viene acercando, a paso cansino, por el horizonte.
El único guardia de seguridad que protege la casa mira resignado. Ya sabe lo que ocurrirá a continuación, pero espera con paciencia. La figura humana se agranda. Es un joven oriental, japonés...
Por Darío Klein * / Especial para El Espectador
