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En un país donde el amor por los animales se ha convertido en una expresión creciente de conciencia social, el Club Bernés Colombia se consolida como un ejemplo de cómo una pasión puede transformarse en un proyecto con impacto real.
Fundado espontáneamente en agosto de 2018, en el parque de la Biblioteca Virgilio Barco, en Bogotá, este colectivo nació a partir de una sencilla convocatoria en Facebook dirigida a tutores de perros de la raza bernés de la montaña. Lo que comenzó como una reunión informal se ha convertido, siete años después, en una red sólida que articula educación, solidaridad y transformación comunitaria en torno al bienestar animal.
Un encuentro, una raza, una causa
Todo comenzó en ese parque capitalino, cuando Sandra Ubaque, fundadora del Club, invitó a través de redes sociales a otros cuidadores de berneses. Lo que parecía una cita casual, congregó inesperadamente a 60 perros y sus familias. El entusiasmo fue tal que se creó un grupo de WhatsApp para mantener el o. La semilla estaba plantada.
Pronto surgió la necesidad de dar al grupo una identidad propia: nació el nombre Club Bernés Colombia, se diseñó un logo y se establecieron normas básicas de convivencia. Lo que pudo disolverse con el paso del tiempo se consolidó gracias a la iniciativa de sus y al liderazgo constante de Ubaque, en una comunidad estructurada y comprometida.
Desde sus inicios, el Club adoptó un enfoque ético claro. Uno de sus pilares fundamentales es la tenencia responsable, por lo que se prohibió expresamente usar los espacios del colectivo para promover cruces o buscar parejas reproductivas. No fue una decisión arbitraria, sino una medida para frenar la reproducción indiscriminada que, en muchos casos, deriva en abandono y sufrimiento animal.
Como requisito de ingreso, las familias deben presentar el carné de vacunación actualizado de sus perros. Esta medida promueve la salud pública canina y garantiza un entorno seguro y confiable. Cada perro recibe un carné de identificación, físico y digital, con un número único que refuerza su pertenencia al grupo.
Además, se exige la verificación de identidad del tutor, así como información básica de residencia y o. Esto ha permitido prevenir fraudes, como falsos reportes de enfermedad o abandono con fines de estafa.
Según Ubaque, “la comunidad ha visto un aumento notable en la responsabilidad de los tutores, quienes ahora están más informados sobre las necesidades específicas de la raza y comprometidos con su cuidado a largo plazo. Esto ha reducido los casos de abandono dentro del grupo y ha generado una cultura de apoyo mutuo entre los ”.
Una comunidad que cuida y responde
La historia de Pluma, una bernés enferma de cáncer y abandonada tras la muerte de su dueña, marcó un punto de inflexión para el Club. Fue la primera vez que la comunidad se movilizó de manera concreta ante una emergencia: quince personas se turnaron para cuidarla, cubrieron sus gastos médicos y la acompañaron hasta el final.
Aunque Pluma falleció poco después, su historia dejó una lección duradera: el Club era mucho más que un grupo de aficionados; era una red de contención y afecto.
Desde entonces, se han atendido decenas de casos similares, tanto dentro como fuera de la comunidad. Ubaque subraya que el Club no es una fundación ni una entidad de beneficencia, pero sí un canal eficaz para articular ayudas: rifas, campañas, recolección de fondos con respaldo y transparencia. “Aquí no entregamos dinero; entregamos estructura, ideas y apoyo comunitario”, enfatiza.
Con el tiempo, el Club se reorganizó en áreas específicas: bienvenida, salud, educación, gestión emocional, donaciones y alianzas. En el ámbito educativo, destaca la figura de Teo, el bernés, una caricatura animada que, en formato GIF, ofrece consejos sobre salud, comportamiento y nutrición. Además, cada dos meses se realizan encuentros virtuales con expertos: desde veterinarios hasta psicólogos especializados en duelo animal.
Los grupos de conversación funcionan como espacios de inteligencia colectiva, donde las familias comparten experiencias, resuelven dudas sobre convivencia en apartamentos, rutinas de ejercicio, problemas de conducta o emergencias médicas. El intercambio está marcado por la empatía y el compromiso.
Los perros bernés de la montaña requieren cuidados específicos y, a menudo, costosos. Son animales grandes, propensos a enfermedades como displasia de cadera o problemas cardíacos, además de necesitar alimentación especializada, chequeos frecuentes y mantenimiento riguroso del pelaje. Todo esto hace que la tenencia responsable no sea una opción, sino una necesidad para evitar abandonos por razones económicas o desconocimiento.
Actualmente, el Club tiene presencia activa en Bogotá, Medellín y Cali, donde organiza encuentros presenciales en espacios públicos o sedes aliadas. También ha participado en eventos como Expopet, donde ha promovido la visibilidad de la raza y la importancia de una crianza consciente.
El crecimiento no ha estado exento de desafíos. Algunas tensiones internas surgieron por desacuerdos sobre la prohibición de la cría o la formalización del colectivo (como el uso de camisetas, carnetización y estructura organizativa). También han enfrentado críticas externas, siendo tildados ocasionalmente de elitistas o de actuar con fines lucrativos.
La respuesta del Club ha sido coherente: transparencia, reglas claras y un trabajo colectivo sostenido en el tiempo.
Más allá de una raza: impacto extendido
Aunque su núcleo de acción gira en torno a los berneses, el Club ha expandido su compromiso a otras causas. A través de iniciativas como la Donatón, ha apoyado esterilizaciones en zonas rurales afectadas por el abandono animal, como la vía a Choachí. También ha facilitado la adopción de 10 perros bernés por parte de familias del Club y de 15 animales de otras razas, incluidos criollos.
Uno de esos casos es el de Greta, una perrita bernés entregada en adopción por un criadero tras ser diagnosticada con displasia de cadera y alopecia, condiciones que impedían su comercialización. Mónica Valencia decidió adoptarla poco tiempo después de la muerte de su anterior perro, también rescatado.
“Me enamoré de la perrita apenas vi la publicación. Hice todo el proceso: formulario, fotos de la casa, preguntas muy minuciosas. Me la entregaron esterilizada y con un seguimiento responsable desde el primer día”, recuerda. La experiencia de adopción no terminó con la entrega. Mónica fue integrada de inmediato a los grupos de conversación del Club, donde recibió orientación continua sobre alimentación, salud y bienestar.
“Greta está divina. Me hicieron incluso un video contando su historia, y creo que eso es muy valioso porque motiva a otras familias a adoptar, no solo a comprar. Este es un grupo que le encuentra familia a los perros que otros ya no quieren. Lo amé”, concluye.
Hasta la fecha, el Club cuenta con más de 360 activos con carné, ha apoyado a 25 perros en situaciones críticas y ha impulsado más de 25 campañas solidarias. Su propósito se mantiene firme: educar, acompañar y transformar la relación entre humanos y animales desde una ética del cuidado.
“Quien quiera estar aquí debe entender que este no es un club de moda, ni un espacio para presumir razas. Es un lugar donde se vive con conciencia, donde se comparte lo bueno y lo difícil, y donde la vida de cada perro importa”, concluye Sandra Ubaque.
En tiempos donde las redes sociales suelen asociarse con la superficialidad, el Club Bernés Colombia demuestra que también pueden ser espacios de conexión profunda, organización solidaria y transformación real. Porque, al final, lo que une a esta comunidad no es el pedigrí, sino el compromiso.
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