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Cuando la “carroza de la paz” salió a desfilar por las calles de Pasto, la capital de un departamento que ha visto a la guerra instalarse en su geografía, la apuesta por la justicia restaurativa empezó a consolidarse un poco más.
A inicios de 2025, dos organizaciones de víctimas del conflicto se unieron con excombatientes e integrantes de la Fuerza Pública para construir una carroza que fue elaborada con metal, justicia restaurativa y la certeza de que la reconciliación es el camino para lograr la paz. Por un lado estuvo ADIV, un colectivo que ha abanderado la búsqueda de desaparecidos forzados desde hace décadas en el departamento. Por el otro estuvo AVIONAR: un grupo de policías sobrevivientes al conflicto armado en Nariño.
La inmensa estructura desfiló en el Carnaval de Negros y Blancos y demostró que mientras los tribunales hacen su trabajo para proferir sentencias y recabar la verdad del conflicto, quienes protagonizaron la guerra pueden ir avanzando pasos hacia la justicia restaurativa.
El Espectador habló con la Consultoría para los derechos humanos y el desplazamiento (Codhes), organización que acompañó la elaboración de la carroza sobre la historia de cómo en Nariño, uno de las regiones más afectadas por las balas, se están cultivando iniciativas de paz y restauración.
“La carroza es mucho más que construir una estructura. Es la idea de crear un símbolo que representa una tradición de paz en Nariño y muestra lo que hacen las víctimas, pero también los victimarios, en favor de la paz, la justicia y la reconciliación”, explica Katherine Zamudio, coordinadora de oficina suroccidente de la Consultoría.
El paso a paso
Mientras que artesanos, indígenas y campesinos se reunieron por meses en 2024 para discutir qué rostro y simbolismos darle a las carrozas que participarían en el Carnaval, las víctimas y excombatientes ya sabían el mensaje que querían transmitir en esas fiestas: el de la reconciliación y la justicia.
Cada año, como es costumbre, se celebra este festival considerado como un espacio para visibilizar la cultura colombiana, pues allí se congregan indígenas que exaltan el liderazgo de sus taitas, grupos afro, campesinos y otros colectivos que, como sucedió este año, construyeron una carroza de La Vorágine, la obra de José Eustasio Rivera que habla sobre la riqueza natural de Colombia, pero también de los episodios de explotación que los indígenas de Putumayo tuvieron que vivir a causa de la fiebre del caucho a inicios del siglo XX.
Pero este año hubo una estructura andante que no se veía en el pasado: una carroza de la paz. A comienzos de 2024, un grupos de organizaciones le propusieron a dos colectivos de víctimas (de desaparición forzada y violencia sexual) a unirse a una apuesta de justicia restaurativa y construir, mano con mano, una carroza junto con quienes en el pasado violentaron sus derechos.
El trabajo no era sencillo, pues mientras las víctimas escucharon la propuesta, en la Jurisdicción Especial para la Paz aún queda trabajo por ofrecer verdad y sentencias judiciales contra los máximos responsables del conflicto.
Zamudio explica que el Carnaval fue una oportunidad para demostrar que el tejido social desgarrado por la guerra sí puede reconstruirse y la mejor forma que hallaron para hacerlo en Nariño fue a través de la construcción de las carrozas.
“Estar en este proyecto ya es un tipo de diálogo y justicia, pues genera empatía hacia las víctimas y comprensión frente a las consecuencias que trae la violencia. En el pasado las víctimas reclamaban que no eran visibilizadas ni escuchadas. Con la carroza se logró transformar el dolor en arte y se creó un espacio de sanación entre víctimas y victimarios”, comenta la experta.
Junto con Pastoral Social, la Agencia de Reincorporación Nacional y la Gobernación de Nariño, entre otras organizaciones, se le dio luz verde al proyecto de construir una carroza a manos de víctimas y excombatientes.
Al verse “cortos” de dinero para financiar la carroza, ambos protagonistas de la guerra salieron por las calles de Nariño en busca de recursos para costear los materiales y la mano de obra de su nueva obra. En espacios cerrados esbozaron la arquitectura del carruaje, debatieron sobre la mejor forma de construirla y, en una comparsa con sabor a justicia, la presentaron ante Colombia en el Carnaval, a inicios de este 2025.
Una ruta de justicia
¿Hay daños irreparables? ¿Se puede perdonar un crimen por doloroso que sea? Esas fueron algunas de las preguntas que se plantearon desde Codhes antes de empezar a pavimentar el proyecto. Por ello, diseñaron junto con Pastoral Social una ruta de reconciliación entre las víctimas y los excombatientes.
A través de cinco encuentros presenciales y con enfoques específicos, las organizaciones sentaron a quienes en el pasado cometieron y sufrieron las estrategias de la guerra para poder sanar sus heridas.
En el primer encuentro, por ejemplo, se habló de la importancia de la memoria y cómo a través de la palabra y las manifestaciones orales, tanto afectados como victimarios, pueden expresar sus vivencias y lo que sienten.
También hubo espacios para hablar de verdad, esclarecimiento, perdón y reconciliación en la que víctimas y excombatientes pusieron su esperanza para sanar y perdonarse.
Aunque los colectivos de víctimas pertenecen a dos de los crímenes más denunciados y atroces del conflicto, se insistió en la importancia de estos procesos para lograr sanar y, con ese acto, perdonar para construir paz.
“Estar en este proceso facilita el perdón. Claro que el daño causado es enorme, pero hay quienes quieren seguir trabajando por sanar o enmendar lo que sucedió en el pasado”, comenta Zamudio.
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