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Manillas que detectan drogas en bebidas: la apuesta contra la sumisión química

Este delito, también conocido como ‘spiking’, representa una forma silenciosa de violencia que atenta contra la autonomía y el consentimiento de las víctimas. Ahora, una manilla tecnológica promete detectar drogas en bebidas y reforzar la prevención de agresiones sexuales.

Luisa Lara
07 de junio de 2025 - 01:00 a. m.
Aunque el spiking puede afectar a personas de distintos géneros, está estrechamente ligado a la violencia sexual, una forma de agresión que impacta de manera desproporcionada a las mujeres.
Aunque el spiking puede afectar a personas de distintos géneros, está estrechamente ligado a la violencia sexual, una forma de agresión que impacta de manera desproporcionada a las mujeres.
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La sumisión química es una forma de violencia basada en el poder y el control, que afecta de manera desproporcionada a las mujeres. Esta modalidad de delito se refiere al uso no consentido de sustancias psicoactivas para alterar el estado de conciencia de una persona con fines como agresiones sexuales, robos o maltratos. Dichas sustancias pueden anular la voluntad, dificultar la reacción física y modificar el comportamiento de la víctima. Esta práctica evidencia cómo el cuerpo y la autonomía de las mujeres continúan siendo vulnerados en contextos de la cotidianidad, como fiestas, bares o encuentros sociales.

Ante esta problemática, se han desarrollado diversas herramientas de autocuidado pensadas principalmente para mujeres, quienes son las principales víctimas de este delito. Instrumentos como pulseras, tapavasos, tarjetas y manillas reactivas capaces de detectar sustancias en bebidas, así como kits antidrogas, que son pruebas rápidas para analizar orina. Si bien estas iniciativas representan un avance en materia de prevención, también ponen sobre los hombros de las mujeres la responsabilidad de anticiparse a los peligros, en lugar de centrar los esfuerzos en erradicar las violencias que enfrentan.

Solo en 2024, Bogotá reportó más de 1.165 casos, mientras que en Antioquia se registraron al menos 368 intoxicaciones con sustancias como la “burundanga”, según datos de las respectivas Secretarías de Seguridad. De acuerdo con Échele Cabeza, un centro de servicios e investigación de reducción de riesgos y daños en Colombia, en muchos de estos casos, se emplean sustancias químicas depresoras del sistema nervioso central que provocan efectos como sedación, amnesia, desinhibición o incluso pérdida total del conocimiento.

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Ante este contexto de violencia, recientemente llegó a Colombia un dispositivo que ya se usa en países como España, México, Italia, Portugal, Suecia y Chile. Se trata de una manilla creada por la agencia española Aglaya Creativos, nacida a partir de la experiencia personal de uno de sus fundadores, quien fue víctima de sumisión química a los 15 años. Esta iniciativa busca ofrecer una herramienta de detección rápida de sustancias en bebidas, como una forma de cuidado colectivo frente a un problema que continúa vulnerando la integridad de muchas personas.

El producto, conocido como “manilla Centinela”, se lleva en la muñeca y permite detectar más de 22 sustancias químicas comúnmente utilizadas para anular la voluntad de una persona. La manilla incluye dos pruebas: una que reacciona ante las aminas —un grupo de compuestos que incluye varias drogas con efectos psicoactivos—, y otra diseñada específicamente para identificar GHB (ácido gamma-hidroxibutírico), un depresor del sistema nervioso central.

¿Cómo funciona la manilla Centinela?

Quien use la manilla debe mojar su dedo con la bebida sospechosa y dejar caer una gota sobre el parche reactivo. En cuestión de segundos, si hay presencia de alguna sustancia, el parche cambia de color.

En entrevista con El Espectador, los creadores de la manilla Centinela explicaron que su objetivo no fue solo diseñar un dispositivo funcional, sino también diseñar un objeto disuasorio. Destacaron que al portar la manilla, “se transmite una señal de que estás preparado para hacerte un test rápido”, añadió Scarlett Victoria Guadamuz. La intención, dijeron, es que quien planee cometer un delito lo piense dos veces al ver que la persona está protegida.

La manilla Centinela tiene una vigencia de un año sin uso, pero solo permite un test. Una vez activada, no puede reutilizarse. “Si el test sale positivo, tienes que llevar tu bebida y dirigirte cuanto antes a un hospital. La pulsera no te dice exactamente qué sustancia fue, pero los análisis médicos sí pueden hacerlo, especialmente si conservas la bebida, ya que el test en el líquido es más efectivo y rápido que en el cuerpo”. Según indicó Patricia Trujillo Duque, representante del Movimiento Centinela en Colombia, este paso puede ser clave para acceder a atención médica oportuna y facilitar una posible denuncia.

Aunque cada vez existen más productos diseñados para detectar sustancias en bebidas, su presencia en bares, discotecas o conciertos sigue siendo limitada. Según los creadores de la manilla, aún persiste la idea de que ofrecer estas herramientas puede resultar estigmatizante, al generar la percepción de que en esos lugares ocurren delitos como la sumisión química. Sin embargo, también señalan que facilitar su puede ser una forma concreta de incorporar la prevención como parte de la experiencia en estos contextos de ocio y recreación.

Una forma de violencia que afecta principalmente a las mujeres

Aunque el spiking puede afectar a personas de distintos géneros, está estrechamente ligado a la violencia sexual, una forma de agresión que impacta de manera desproporcionada a las mujeres. Según datos del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF) de España, en 2021, el 93% de las víctimas de agresiones sexuales con sospecha de sumisión química fueron mujeres, en su mayoría menores de 35 años.

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Como otras violencias basadas en género, la sumisión química responde a relaciones de poder que buscan ejercer control sobre el cuerpo y la voluntad de las mujeres. El uso de sustancias para facilitar agresiones sexuales refleja una cultura que normaliza la disponibilidad del cuerpo femenino y reproduce dinámicas de dominación y sometimiento.

Aunque muchas de estas agresiones ocurren en espacios públicos como bares, fiestas o conciertos, también se presentan en contextos íntimos y reiterados, como los hogares. Tal como fue el conocido caso Gisèle Pelicot, víctima de este tipo de delito y sobreviviente de abuso sexual en Francia.

Modalidades de sumisión química que escapan a la detección de estos productos

Los dispositivos de detección disponibles actualmente están diseñados para identificar sustancias introducidas sin consentimiento en bebidas, pero esta es solo una parte del problema. También existen casos de istración de drogas por inhalación, en los que la víctima es expuesta a sustancias volátiles —como la escopolamina o “burundanga”— a través de objetos impregnados que se acercan a sus vías respiratorias sin que lo note.

Además, se ha documentado la sumisión química oportunista: no implica una istración externa de sustancias, sino que el agresor se aprovecha del estado de vulnerabilidad de la víctima tras el consumo voluntario de alcohol u otras drogas. Esta forma de violencia suele ser desestimada tanto en el ámbito social como institucional, debido a los estigmas asociados al consumo.

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Luisa Lara

Por Luisa Lara

Comunicadora social con énfasis en periodismo. Tiene estudios de género y diversidad en el Knight Center for Journalism. Interesada en contar historias con una perspectiva interseccional y feminista.
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