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“Las madres trans nos permiten caminar donde antes no se podía”: Danne Belmont

Las figuras maternas no siempre se ven iguales. A veces son una abuela, una tía o una amiga muy cercana. En la vida de muchas personas trans, esa presencia llega en forma de una madre trans, alguien que acompaña el camino de construir una identidad. Un rol que nace desde el amor y el cuidado elegido.

Luisa Lara
11 de mayo de 2025 - 02:00 p. m.
De izquierda a derecha: Deisi Olarte, Andrea Correa, Laura Weinstein, Yoko Ruiz, Daniela Maldonado y Diana Navarro.
De izquierda a derecha: Deisi Olarte, Andrea Correa, Laura Weinstein, Yoko Ruiz, Daniela Maldonado y Diana Navarro.
Foto: Eder Rodríguez
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Cada año, el Día de la Madre celebra a quienes cuidan, sostienen y acompañan. Más allá del modelo tradicional, esta fecha también permite visibilizar otras formas de maternar, como las que surgen en las redes afectivas de la población LGBTIQ+. En este contexto, hablar de familia no siempre se refiere a los lazos de sangre. Muchas veces se trata de relaciones construidas desde el afecto, que protegen frente a la discriminación por identidad de género u orientación sexual.

Dentro de estas “familias elegidas”, un término muy común dentro de la población diversa, aparece la figura de las madres trans. Son mujeres que, aunque no tienen un vínculo biológico, acompañan a otras personas con experiencia de vida trans en distintas etapas de su vida. Su rol nace de la experiencia compartida, de la voluntad de cuidar y de hacer que la vida de otras personas trans sea lo mejor posible, incluso en contextos muy difíciles. Hablar de las madres trans es hablar de esperanza y una maternidad elegida.

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En entrevista con El Espectador, Flora Rodríguez, mujer trans y directora del Centro Rosarista de Diversidad, Equidad e Inclusión, explicó que este rol suele surgir de manera orgánica, cuando una persona con experiencia de vida trans necesita orientación en la exploración de su identidad y su proceso de reafirmación de género. Así como las personas cisgénero, aquellas cuya identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer, suelen contar con referentes familiares durante la crianza, muchas personas trans también atraviesan momentos de duda, pero no siempre cuentan con alguien que haya transitado ese camino antes.

“Cuando una chica cis llega a la pubertad y tiene su primera menstruación, idealmente estará la madre para explicarle lo que ocurre, comprarle productos de cuidado menstrual y acompañarla en ese cambio. Con los chicos cis pasa algo similar. Pero en el caso de las personas trans, además de necesitar toda esta información elemental, requieren de alguien que tenga conocimientos específicos sobre cómo acceder a hormonas o procesos legales. Una madre trans puede convertirse en una segunda madre, en ese soporte emocional y legal que muchas personas trans no encuentran en su familia biológica”, afirma Rodríguez.

Así mismo, esta figura también emerge como una respuesta frente a la ruptura de vínculos familiares. En contextos donde el rechazo deja a muchas personas trans solas en condiciones de extrema vulnerabilidad, ellas aparecen como refugio. Rodríguez señala que: “En esas condiciones es fácil caer en redes de explotación sexual, en la calle, en situaciones de riesgo. En estos contextos, las madres trans te ayudan a sobrevivir”.

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En efecto, las personas entrevistadas para este artículo coinciden en que la figura de las madres trans cuestiona la idea de que sólo hay una forma “natural” de ser madre. Desde un lugar de cuidado y protección, estas maternidades ayudan a romper el aislamiento, fortalecen los lazos entre personas trans y dan forma a lo que muchas personas LGBTIQ+ llaman “familia elegida”. En este camino, se destacan figuras reconocidas por su trayectoria de acompañamiento y activismo en Colombia, como la madre Laura Weinstein, Diana Navarro, Yoko Ruiz, Trina, Martha, Deisy y Coqueta.

La activista Danne Belmont, en entrevista con este diario, también afirmó que muchas han ganado ese título desde la resistencia, “han luchado durante mucho tiempo, no solo por ellas, sino por el bienestar de otras personas trans en los territorios. No solo son una forma simbólica, son una historia viva que nos ha permitido seguir caminando donde antes no se podía”.

El derecho negado a formar familia y la respuesta que nació del cuidado

Históricamente, la sociedad ha intentado borrar la existencia de las personas trans s. Travestirse, mostrarse con una identidad de género distinta o habitar el espacio público era mal visto, violentado y, en muchos países, incluso penalizado. Se les relegó a los márgenes de la sociedad, permitiéndoles habitar los espacios más precarios, donde muchas veces el trabajo sexual era la única opción. Tan solo en 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar la transexualidad como un trastorno mental.

Es bajo este contexto, para las personas trans, además de ser expulsadas de sus hogares, era impensable la posibilidad de formar una familia propia. No podían adoptar, no se les reconocía como madres o padres, y ni siquiera se les garantizaba el derecho a tener un hogar seguro. En ese escenario de exclusión, surgieron nuevas formas de afecto, redes construidas desde la necesidad de protegerse entre sí. Las familias elegidas nacieron como una respuesta directa a la imposición social de que las personas trans no tenían derecho a tener una.

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Frente a ese escenario, comenzaron a tejer redes de cuidado mutuo. Así fue tomando forma la figura de la madre trans, mujeres que, tras haber sido también expulsadas o marginadas, eligieron cuidar a otras personas trans, abrir sus casas, compartir su ropa, historia, ofrecer compañía, consejos o un techo. En conversación con este diario, Jhonnatan Espinosa, activista y director ejecutivo de la Fundación Ayllu Familias Transmasculinas, relató que, así como los seres humanos viven en manada, esa es una pertenencia que les ha permitido sostenerse. Advierte que una persona trans que está sola es especialmente vulnerable a distintos tipos de violencia. Por eso, estas redes no son solo espacios de compañía, sino que también una forma de mantenerse con vida.

Con el tiempo, estas familias elegidas no sólo ofrecieron refugio, sino también reparación. “Ganamos en doble vía”, dice Espinosa. “Por un lado, sanamos entre nosotres, creando relaciones nuevas. Y por otro, abrimos el camino para que muchas personas hoy puedan volver a conectarse con sus familias de sangre o incluso formar las suyas. Hoy hay mujeres trans maternando a sus hijes, construyendo hogares. Y eso también es una conquista”.

Para Danne Belmont, pensar en las madres trans también implica reconocer su bienestar y su derecho a una vida digna. Señala que existe una deuda histórica, tanto dentro del movimiento LGBTIQ+ como en la sociedad en general, hacia quienes han ocupado estos lugares de cuidado y resistencia. Muchas veces —advierte— estas figuras quedan relegadas o invisibilizadas, a pesar del rol fundamental que han tenido a lo largo del tiempo.

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Para finalizar, todas las fuentes consultadas están de acuerdo en que el reconocimiento de las familias elegidas es fundamental, no sólo para garantizar el derecho a conformar vínculos legítimos de cuidado, sino también para enfrentar las violencias estructurales que atraviesan a la población trans. En muchos casos, son estas redes —madres trans, hermanas, amigas cercanas— quienes se encargan de los procesos de duelo, búsqueda y justicia tras asesinatos o desapariciones. Al haber sido desplazadas o desvinculadas de sus familias de origen, muchas personas trans son acompañadas por sus vínculos elegidos, que no solo sostienen en vida, sino que también permiten reconstruir su historia y acceder a información importante ante hechos de violencia. Por ende, recalcan la importancia de reconocer legal y socialmente estas formas de familia, como una medida para preservar la vida misma.

Luisa Lara

Por Luisa Lara

Comunicadora social con énfasis en periodismo. Tiene estudios de género y diversidad en el Knight Center for Journalism. Interesada en contar historias con una perspectiva interseccional y feminista.
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