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“Fue un crimen de odio, un transfeminicidio”, activistas sobre caso Sara Millerey

Sara Millerey murió tras ser violentada en el espacio público, a la vista de todos y sin que nadie interviniera. Para activistas y expertos en derechos LGBTIQ+ este caso revela cómo las personas trans siguen siendo blanco de una violencia que busca castigar la diferencia y, simbólicamente, borrar sus identidades.

Mariana Escobar Bernoske
09 de abril de 2025 - 02:00 a. m.
Sara Millerey González, de 32 años, fue trasladada a un hospital en Medellín, donde falleció por la gravedad de las heridas.
Sara Millerey González, de 32 años, fue trasladada a un hospital en Medellín, donde falleció por la gravedad de las heridas.
Foto: Archivo Particular
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El asesinato de Sara Millerey González, una mujer y activista trans de 32 años que vivía en Bello, Antioquia, es el reflejo de la máxima expresión de violencia que recae sobre las personas con experiencia de vida trans. Sus agresores le provocaron graves fracturas en sus brazos y piernas, la lanzaron a una quebrada y la dejaron luchando por su vida. Durante un largo tiempo, mientras ella estaba en el agua, nadie la socorrió, al contrario, todo quedó registrado en un video que en los últimos días ha circulado en redes sociales alimentando el morbo y discursos prejuiciosos contra la población trans, según las organizaciones y activistas consultadas por El Espectador.

Como señalaron desde la Defensoría del Pueblo, se trata de un presunto transfeminicidio pues la identidad de género de Sara juega un rol clave en las razones que, posiblemente, motivaron el delito y las agresiones. Según la entidad, en lo que va recorrido del año se han registrado 13 casos. Sin embargo, no hay estadísticas oficiales que den cuenta de los asesinatos de personas con experiencia de vida trans, ya que hay un alto subregistro debido a la negación de la identidad de género de las víctimas. La fundación GAAT estima cerca de 200 casos en los últimos seis años.

En lo que va recorrido del año, se han registrado 24 casos de muertes violentas de personas LGBTIQ+, cifra que revela un alto índice de violencia contra las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas. Particularmente, en el departamento de Antioquía, en los primeros tres meses del año, 12 personas LGBTIQ+ han sido asesinadas y de estos casos ocho ocurrieron en Medellín.

Por eso, las organizaciones que trabajan por los derechos de las personas con identidades de género diversas señalan que la muerte de Sara no es un hecho aislado. El nivel de violencia y sevicia con el que fue atacada no se puede tomar a la ligera. Tiene un componente simbólico: destruir su cuerpo fue también un intento de borrar su identidad, su existencia y la diferencia que ella representaba. Así lo explicó en entrevista Victoria Strauss, politóloga de la Universidad de Antioquia y activista trans.

“La cultura antioqueña es ampliamente conservadora y en ella persisten prácticas que justifican la violencia por prejuicio. Ubica a las corporalidades con experiencia de vida trans en un imaginario colectivo que sigue asociado al ‘pecado’, a las ‘aberraciones’, a lo ‘perverso’ y al ‘deterioro de las sanas costumbres’. Por eso, cuando ocurren hechos como este, que además se dan en el espacio público, cargan un mensaje de violencia correctiva que imposibilita la diferencia y castiga a quienes expresan abiertamente su identidad”, explica Strauss.

Y es que, como denuncian desde el Observatorio de Derechos Humanos de Caribe Afirmativo, “a Sara no solo la mataron (…) la dejaron morir lentamente, tragar agua sucia y soledad. Como si no doliera. Como si no gritara. Como si no fuera humana”. Y esa deshumanización que subrayan responde a los patrones de violencia que históricamente se han perpetrado sobre las personas LGBTIQ+, particularmente aquellas con identidades de género diversas. En la región, la expectativa de vida de las personas trans no supera los 35 años.

De acuerdo con Wilson Castañeda, director de esta organización, el caso de Sara refleja la sistematicidad de la violencia contra las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas, especialmente en esa zona. “En el río Medellín, a la altura de Bello, se han encontrado cadáveres de personas LGBTIQ+, víctimas de agresiones sexuales y golpizas”, señala. Según explica, arrojar los cuerpos en estos circuitos de agua tiene una razón simbólica: son lugares en los que no transita la gente, alejados y cubiertos por zonas verdes, lo que hace referencia al prejuicio que recae sobre esta población

Para las fuentes consultadas por El Espectador, el transfeminicidio de Sara es impactante, pues genera impotencia al mostrar cómo este tipo de actos tan atroces pueden ocurrir a simple vista y, sin embargo, nadie los detiene. “Hay una profunda crueldad en el hecho de que sea grabada y de que sea arrojada a una quebrada transitada por muchas personas”, opina Carol Rojas, investigadora del Observatorio de Feminicidios Colombia, quien también señala que es un caso que deja en claro que las personas trans no están seguras. Además, la investigadora explica que el grado de sevicia y exhibición de este feminicidio no es común, haciendo alusión a las fracturas que perpetraron sobre el cuerpo de Sara.

“No podemos seguir tratando los crímenes contra nosotros y contra nosotras, especialmente los que son en contra de las personas trans, especialmente contra las mujeres trans, como un homicidio. Hablamos de ‘transfeminicidios’ por prejuicio, crímenes de odio, porque están cargados precisamente de eso: de odio y de prejuicio”, aseguró Juan Florián, viceministro de las diversidades, en diálogo con este diario.

Ahora bien, aunque este es un caso que ha causado indignación en la opinión pública, también ha suscitado discursos transfóbicos. En redes sociales, abundan comentarios prejuiciosos que desconocen la identidad de género de Sara e incluso, como señaló Strauss a este diario, justifican su muerte y las violencias que ocurrieron sobre ella por el hecho de ser trans. Y, en un contexto social y político en el que recientemente ha aumentado el discurso anti-género y contra la diversidad sexual, la mediatización de hechos de extrema violencia como este también podría generar más agresiones.

Casos como el de Sara no solo evidencian las violencias que enfrentan las personas trans en el espacio público, también generan impactos negativos para esta población. Para muchas personas con identidades de género diversas, este tipo de violencias refuerzan la idea de que su existencia sigue estando condicionada por el miedo y, en palabras de Strauss, “la posibilidad de no regresar a casa”. Es por eso que la exposición pública, la inacción de quienes la vieron en la quebrada y la circulación de los videos, refuerzan la sensación de desprotección e impunidad. “Se sigue viendo la violencia en las pantallas, pero no detona las rutas de atención necesarias para que esas violencias no sigan ocurriendo sistemáticamente”, añade la politóloga.

Como relata Valery Parra Ramírez, activista trans de Medellín, en los últimos meses se ha incrementado la violencia y la proliferación de discursos transfóbicos en el departamento de Antioquia. En el caso particular de Bello, menciona que es “un territorio hostil hacia la diversidad, se puede decir, más violento que Medellín, donde las bandas criminales suelen tomar la ‘justicia’ por sus propias manos”. La activista también hace un llamado a reconocer que el asesinato de Sara fue un crimen de odio. “Eso no le pasa a cualquiera, nos pasa a las mujeres trans. Atentan contra nuestra vida y quieren borrar nuestra identidad porque nuestro cuerpo es nuestra mayor señal de revolución”, concluye.

Mariana Escobar Bernoske

Por Mariana Escobar Bernoske

Comunicadora social con énfasis en periodismo y producción sonora/radiofónica. Ha participado en investigaciones sobre Derechos Humanos desde una perspectiva feminista y de género. Tiene estudios en el Centro Latinoamericano de Derechos Humanos y la Universidad de Strathclyde.[email protected]
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