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El lenguaje juega un papel fundamental en cómo nos relacionamos y entendemos, y uno de los aspectos más críticos de esta comunicación son los pronombres. Estos términos no sólo sustituyen a los sustantivos, sino que también representan la identidad de las personas, incluyendo su género. A pesar de que el español, históricamente, ha estado limitado a una estructura binaria de género en la que solo existe el “femenino” y “masculino”, cada vez más personas se identifican fuera de estas categorías tradicionales.
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Un estudio de The Trevor Project revela que actualmente una de cada cuatro personas LGBTIQ+ utiliza el pronombre “they” el cual en español se traduce a “elle”. Este neopronombre, adaptado por personas no binarias (quienes no se identifican ni como hombres, ni como mujeres, sino más bien en una categoría neutra o fluida), suscita reacciones negativas, principalmente desde sectores religiosos o conservadores, que argumentan que “no existe” o que no es gramaticalmente correcto.
Sin embargo, el lenguaje no es estático, sino que evoluciona con el tiempo. Las palabras adquieren nuevos significados y se crean nuevas expresiones para reflejar realidades emergentes. Este es el caso del pronombre “elle”, el cual, aunque la Real Academia Española (RAE) no lo reconoce oficialmente, responde a la necesidad de identificar y nombrar a las personas no binarias de manera respetuosa. Incluso, el propio organismo lingüístico ha mencionado que, al referirse a alguien de esta población, lo recomendado es preguntar a esa persona cómo quiere ser tratada.
En los últimos años, el auge del activismo a favor de un lenguaje que incluya una perspectiva de género ha llevado a la introducción y promoción de pronombres neutros en varios idiomas. En neerlandés, por ejemplo, los pronombres “hen” y “die” han adquirido popularidad y fueron reconocidos oficialmente por la Unión de Idiomas Holandeses como formas neutras. Por su parte, en francés, “iel” surgió como el pronombre neutro más utilizado y fue incluido en el diccionario virtual de Le Robert en 2021.
Todas las personas, independiente de si tenemos o no una orientación sexual o identidad de género diversa, hacemos uso de pronombres identitarios. El uso correcto de estos pronombres es un acto de respeto hacia la identidad de género de cada persona. Al utilizar los pronombres que alguien ha elegido para sí mismo, estamos reconociendo y validando su experiencia. Esto contribuye a crear un ambiente más inclusivo y respetuoso para todas las personas.
En el país, la Corte Constitucional ha abordado el tema del uso de pronombres no binarios, como “elle”, en el contexto de la protección de los derechos de las personas LGBTIQ+. En varias sentencias, y en especial en el fallo histórico que concedió el componente «sexo» no binario para los documentos de identidad, el tribunal afirma que el uso de un lenguaje inclusivo es una manifestación del derecho a la identidad y a la libertad de expresión. La corte resalta que el reconocimiento y respeto por el derecho a la identidad de género de las personas implica también el uso de los pronombres que elijan.
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Además, el uso de pronombres incorrectos puede ser profundamente hiriente y alienante, haciendo que una persona se sienta invalidada, cuestionada y menospreciada. Por ejemplo, si un hombre dice que su color favorito es el verde, no desearía que alguien dijera: “el color favorito de ‘ella’ es el verde”. Así mismo, hacerlo de manera deliberada no sólo causa daño emocional, sino que, vulnera derechos. Por eso, es fundamental entender que el uso de pronombres de género precisos va más allá de su aplicación gramatical “correcta”. Es un gesto de respeto hacia las personas y contribuye a la creación de una sociedad más justa y equitativa.
Por Redacción Género y Diversidad
