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XLIII
Pues ya Alicia Alonso debe saber, reabriendo la antigua flor de la sabiduría como imagen y espejo, qué delicioso punto rosa constituye ella en el debate metafísico o qué silogismo cristalizado, para usar la metáfora hegeliana, desenvuelve como gráciles asociaciones de conceptos o imágenes en el río del tiempo. La seguridad de que una idea o una sensación pueden ser danzadas; idea o sensación que tienen un reverso para su reaparición; que pueden repetirse sin decrecer; que el instante tiene dos ademanes, uno que se extingue y se evapora, y otro que desea ser danzado, desvaneciéndose también en la seguridad de su ritmo repetible. Sonido o ademán que vuelven a su mañana de renacer en la deliciosa trampa del ritmo. Elementos o figuras, geniecillos errantes o apoyada meditación sobre la unidad, transfiguraciones o metamorfosis, el viento o su metáfora, que reaparecen porque se les recordó los pasos, se les apresó en un paso de danza.
No había entre nosotros la tradición de la danza, ni la del ritmo elemental en las ceremonias de la invocación o de lo genesíaco. Pero Alicia Alonso se adelanta en la posesión de muchas tradiciones, allí donde la danza era cultura, un ejercicio de gracia y de números para apresar la llama y el instante. Allí donde la danza era una flor de la cultura, y no un frenesí de la primitividad; animación de los números en su desfile, y no magia de conjuros tribales. Su arte no es de sorpresa y de aventuras, sino de perfección; ademán que no presumió de único, para mostrar la curvatura de su distinción como estilo habitado también por su pueblo. El diseño, la figura, el ademán, el cuerpo, el contorno que apresa y define, marchan en ella con la misma seguridad que en las más viejas y refinadas culturas. El bailarín, definición privilegiada de la sabiduría, suma de las más oscuras tradiciones, definiéndolas en su movediza escultura. ¿Cómo usted, Alicia Alonso, pudo hallar esa tradición, hacernos pensar a todos en las posibilidades secretas de expresión y de forma que algún día podrán ser estilo, aclaradas por la danza y aseguradas en sus números de ejercicios.
Figuras que derivan de cosas después de su secuestro; movimiento (danza) de esas figuras para comprobar su aproximación a las cosas de donde derivaron. Representación del reverso de las cosas, cuando esas figuras o representaciones se vuelven a su germen, después de ser danzadas, comprobando en los puntos de su marcha la seguridad de su diseño. Una bailarina como Alicia Alonso nos comprueba que existen entre nosotros miríadas de irisaciones, de metáforas, de reflejos, de ideas, de nacimientos y presagios, que pueden tener momentáneamente una evidencia, alcanzando forma y esplendor al ser danzadas.
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Páginas. 648-649. Obras completas.Tomo II. Ensayo / Cuentos. México. aguilar editor. 1977.
Por José Lezama Lima
