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Las sirenas tenían una obligación: si algún hombre se resistía a su canto, una de ellas debía morir. Tras la Guerra de Troya, Ulises, que no quería regresar a Ítaca sin conocer esas voces hechizantes por las que tantos navegantes habían decidido morir, se ató al mástil de su barco y ordenó a los tripulantes taparse los oídos con cera. Cuando pasaron frente a las sirenas, ningún marinero sufrió daño ni obedeció las súplicas del seducido comandante. Ellas tuvieron que cumplir su destino, y la elegida fue Parténope. Se arrojó al mar y su cadáver llegó a una playa donde se erigió el pueblo que hoy es Nápoles. Es allí donde nació el cineasta Paolo Sorrentino y donde ocurre su última película, que trata de una mujer bella, trágica e indomable, como una sirena: Parténope.
La actriz Celeste Dalla Porta, que había aparecido brevemente en un filme anterior de Sorrentino como figurante en una escena eventualmente eliminada, fue elegida esta vez como protagonista. En entrevista para El Espectador, Dalla Porta habló sobre el rodaje en Nápoles, la belleza, la monstruosidad, la libertad femenina y la sororidad.
En una entrevista con Vogue Italia, afirmó que el personaje fue una creación conjunta entre usted, el director, la directora de fotografía y la de vestuario. ¿Qué parte puso usted?
Seguramente hay algo mío en el personaje, porque al final le presto mi cuerpo, mi rostro, mi voz... y en ese sentido el trabajo del actor es justamente ese: prestarse a lo que el director quiere, de lo que el personaje necesita. Me sentí muy apoyada por todo el equipo con el que trabajé. Un rodaje es realmente una obra en conjunto, y me resultaría imposible decir en qué porcentaje intervino cada uno. Frente al guión, Paolo Sorrentino tenía muy claro lo que quería de sus actores y hacia dónde quería llevar la historia, pero al mismo tiempo nos daba un amplio margen de libertad. Así que fue un proceso muy armonioso entre esa libertad que nos daba y la firmeza de su visión.
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En la película, algunos personajes iran la belleza de Parténope, otros se ven apabullados por ella. ¿Qué es para usted la belleza?
Mis propios modelos de belleza cambian constantemente. Lo que tal vez me parecía bello hace unos años, hoy puede que no, y encuentro bello algo distinto. Seguramente, la belleza ha sido una especie de guía, una misión, en el arte, en la música... y diría que la belleza es armonía. Cuando veo algo armónico, reconozco en eso la belleza. Pero también es algo subjetivo: cada quien ve belleza en cosas distintas. A mí, por ejemplo, me gustan las cosas simples, me atrae mucho la naturalidad, la sencillez... aunque también reconozco una belleza más elevada.
La siguiente pregunta era qué es para usted la fealdad. Sin embargo, por una confusión del traductor simultáneo al italiano, Dalla Porta comprendió “¿Qué es la fidelidad [en italiano: fedeltà]?”.
La fidelidad y la fe, son cosas muy importantes, en general, en la vida de un hombre. Para mí, la fidelidad tiene que ver con no traicionarse a uno mismo. Es no hacer lo que otros quieren que hagas, sino lo que tú realmente deseas hacer. Y mantenerse fiel a uno mismo es muy difícil. Se siente muy mal cuando uno se traiciona. Por eso, para mí la fidelidad es ser coherente con el propio instinto.
En una de las escenas finales, Parténope conoce al hijo de su profesor, que es un ser gigante a quien muchos podrían considerar monstruoso, pero ella lo encuentra hermoso. ¿Qué ve ella ahí?
Lo encuentra bello porque, al encontrarse con esa criatura, hay un sentimiento de maravilla, de asombro al encontrarse con algo, más que monstruoso, nuevo y diferente a nuestros ojos. Es obvio que nos asusta lo diferente, eso lo sabemos. Pero cuando uno tiene coraje y va un poco más allá, lo diferente se vuelve algo increíblemente maravilloso.
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¿Qué le dirías a personas que, como varios personajes de la película, sienten que no encajan en los estándares de belleza? Por ejemplo, Flora Malva, el personaje de Isabella Ferrari, una mujer que permanece enmascarada tras una cirugía estética fallida que le desfiguró la cara.
No sé bien qué podría decir como Celeste… porque yo no me siento parte de una belleza canónica. Además, vivimos en un mundo donde los estándares están empezando a cambiar un poco. El personaje de Isabella Ferrari, Flora Malva, se ha arruinado el rostro en un intento por acercarse justamente a esa belleza canónica. Lo que puedo decir es que no hay que tener miedo de crecer, de envejecer, de amarse en cada etapa de la vida. La belleza está en otras cosas. De hecho, Flora Malva me parece un personaje sumamente interesante y también muy erótico, precisamente porque nunca vemos su rostro, nunca vemos su cuerpo. Me parece que eso le da un misterio muy potente. Para mí, la belleza también está donde hay misterio. Y esta película habla un poco de eso. No es tanto la belleza física de Parténope lo que atrae, sino el no poder saber lo que piensa, el no poder controlarla.
En la película hay varios momentos de solidaridad entre Parténope y otras mujeres. ¿Puede considerarse esta una película feminista?
No creo que sea una película que quiera tomar una posición política o que busque explicar algo. Es una película donde la protagonista es una mujer, y hay muchas otras mujeres, entonces automáticamente es una historia contada a través de una mirada femenina. Seguramente es una mujer emancipada. Si hablamos de eso, entonces sí: es una mujer que toma decisiones difíciles, sobre todo para la época en la que vive. Pero la solidaridad entre mujeres no debería definirse como algo feminista, sino como algo normal que debería estar dado por hecho. Y, repito, quizá no soy la persona adecuada para responder a eso, porque soy la actriz, una intérprete. Lo que hice fue vivir la historia de la forma más verdadera posible, sin buscar mensajes o explicaciones ocultas.
Precisamente, el personaje de Parténope es una mujer muy emancipada en la segunda mitad del siglo XX. ¿Esta mujer podría dejar lecciones para otras mujeres?
La película me enseñó mucho sobre la libertad de las mujeres. Parténope busca e intenta ser libre. Tal vez lo logra, no lo sé. No sé si aprendí a ser más libre gracias a Parténope, pero sin duda es un personaje que me hizo reflexionar mucho sobre esa época, sobre cuán complicado era para una mujer decidir abortar o simplemente no casarse. Dicho esto, también hay que considerar que es un personaje que nace en una familia extremadamente rica. Entonces hay que preguntarse cuánto margen de emancipación tenía una mujer que nacía en una familia pobre, donde a veces no había otra opción que casarse para no morir de hambre.
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En Italia existe una marcada desigualdad entre el norte, donde se acumula más riqueza, y el sur del país. Para usted, que proviene del norte, ¿cómo fue descubrir Nápoles, una ciudad del sur?
Definitivamente Nápoles es bastante única, con una energía muy fuerte. Lo interesante de Nápoles es que se siente que, históricamente, ha sido una ciudad atravesada por muchas culturas distintas, con muchas capas superpuestas y que acoge a todo el mundo. Me sentí muy libre para imaginar cómo habría sido mi vida si hubiera crecido en una ciudad así, porque realmente tiene una forma muy particular de vivir la libertad. Algo que me ayudó mucho fue que Parténope nace y crece en una zona de Nápoles que es Posillipo, que es bastante elitista con respecto al resto de la ciudad. Es como una burbuja. Entonces, cuando empieza a descubrir la ciudad, es como si ella misma no fuera realmente de allí. Y eso me ayudó mucho, porque yo también estaba descubriendo Nápoles y me fui enamorando de la ciudad, poco a poco, junto a ella.
Hay una relación muy íntima entre los tres personajes principales: Parténope, su hermano (Daniele Renzo), y su pareja (Dario Aita). ¿Cómo fue el proceso actoral para construir ese profundo y ambiguo triángulo amoroso?
Teniendo en cuenta que no nos conocíamos entre los tres, Paolo Sorrentino nos sugirió que pasáramos tiempo juntos, que saliéramos, que nos conociéramos, pero no del todo. Él decía: “Sí, salgan, compartan, véanse, háblense… Pero sin llegar a ser realmente amigos”. Porque si se pasaba cierto límite de amistad o de afecto, luego se volvía más difícil recuperar ese misterio, ese componente incluso erótico que existe entre los tres.
Tras un fin de semana de amor entre los tres, Raimondo, el hermano de Parténope, se suicida. ¿Cómo fue el proceso de interpretar el trauma del suicidio y representar el dolor?
Definitivamente es un tema muy complicado y fascinante, en el sentido de que la decisión de quitarse la vida es algo que para muchos resulta incomprensible. Así que tuve la oportunidad de analizar lo que se siente al estar cerca de alguien que decide hacer eso, y de intentar comprender mejor el suicidio como tema. Fue un viaje muy difícil, muy particular.
Yo nunca he tenido una pérdida tan cercana ni tan trágica en mi familia, así que traté lo más posible de imaginarlo, de ponerme en esa situación… Traté de sentir a Daniele Rienzo, que interpreta a Raimondo, como si realmente fuera mi hermano. Entonces viví esa ausencia, ese duelo, también a través del sentimiento de culpa que ella experimenta, porque convive con esa culpa frente a esa muerte. El guión de Sorrentino está tan bien escrito, con tanto detalle, con tantas imágenes, que con solo leerlo… ya duele. Esa parte ya te hace sufrir desde el papel. Así que traté de dejar que ese dolor me atravesara a mí.
¿Qué aprendió de los actores veteranos con los que trabajó?
Fue muy interesante poder estar tan cerca de ellos y poder observarlos desde esa cercanía. Me sentía mucho más una espectadora que una actriz actuando con ellos. Por ejemplo, Gary Oldman es un actor que, incluso con todo el éxito que ha tenido y con la magnitud de su talento, mantiene una humildad y una disciplina frente al trabajo realmente extraordinarias. Llega al set cincuenta minutos antes de empezar a filmar. Parténope ve a su personaje, John Cheever, casi como una figura mítica, y para mí Oldman también es un mito. También Silvio Orlando fue un poco mi maestro, como el papel que interpreta en la película. Sentía que se daba la misma dinámica, el mismo tipo de vínculo.
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Por José David Escobar Franco
