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Cartas desde el impresionismo: la revolución de los rechazados

Ali Ray rescató el espíritu rebelde de los impresionistas en su nuevo documental, que ya está en cartelera y se presentará hasta el 26 de mayo en Cine Colombia. Presentamos una entrevista con la directora sobre los artistas que transformaron la historia del arte con luz, color y escándalo.

José David Escobar Franco
24 de mayo de 2025 - 08:00 p. m.
Cartas desde el impresionismo: la revolución de los rechazados
Foto: Cortesía Ali Ray
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La de los impresionistas es una historia de desobediencia. Fueron soñadores. Revolucionarios. Tenían la convicción de que el arte, la belleza y la autenticidad terminarían por imponerse a la rigidez de las instituciones. Eran parias del mundo del arte, rechazados una y otra vez por el Gran Salón de París, la autoridad suprema del gusto en la Francia del siglo XIX.

Por unos pocos días, Cine Colombia presenta un viaje en el tiempo con El amanecer del impresionismo: París 1874, un documental que reconstruye los orígenes de aquel movimiento que transformó la historia del arte moderno. La película se abre con las voces de casas de subastas contemporáneas donde se disputan como tesoros obras, que en su momento fueron despreciadas, por decenas de millones de dólares.

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El Espectador conversó con la cineasta inglesa Ali Ray, directora del documental, que se proyectará hasta el 26 de mayo en salas de Cine Colombia.

¿Cómo surgió la idea de contar la historia de los impresionistas a través de su correspondencia? ¿Cómo accedió a esas cartas?

¡Fue mucha investigación! ¡Se sentía como ser detective! La idea en realidad vino del productor ejecutivo, que es dueño de Exhibition on Screen. Quería que hiciéramos algo un poco diferente esta vez y me encantó esa idea. Empecé a buscar en muchos libros. Al final de esos libros encontraba sus referencias, y desde ahí rastreaba las cartas originales. Lo que marcó una gran diferencia fue tener a la Biblioteca Nacional de Francia. Todo está digitalizado y disponible en línea, lo cual es genial. Podía encontrar las citas que quería o traducir del francés grandes secciones, cartas, artículos de periódico, todo tipo de cosas. Algunos museos, como el Musée d’Orsay y la National Gallery en Washington, también tienen cartas originales de artistas.

El contraste entre la intimidad de las cartas y el impacto público de la revolución artística que lideraron los impresionistas es muy poderoso. ¿Qué revelan esas cartas sobre estos artistas que normalmente no vemos en los museos?

Creo que lo que las cartas realmente nos muestran lo desesperados que estaban, y que eran simplemente personas comunes, pero con una profunda convicción de que lo que estaban haciendo era la única manera en que podían hacer arte. Eso fue algo que realmente saqué del proyecto: una gran iración por su convicción. Creían de verdad en su forma de pintar, incluso cuando todo a su alrededor se estaba desmoronando.

Y es conmovedor leer cómo se piden ayuda, dinero. Uno escribe: “No tengo pan”, o “No me pueden fiar más en la carnicería”. Aun así, nunca renunciaron a su arte. Hoy vemos a Monet, Berthe Morisot o Renoir como grandes maestros. Sus obras están colgadas en galerías, vendiéndose por millones en subastas. Pero las cartas nos regresan a quienes eran al principio: inseguros, luchando, sin saber si su visión alguna vez sería reconocida. Y ese es un contraste muy poderoso para explorar.

El documental destaca un momento clave: cuando estos artistas se rebelaron contra el status quo y el tradicional Salón de Arte de París. ¿Hubo algo que le impresionara sobre la decisión colectiva de rechazar el canon del Salón y organizar su propia exposición?

Me puse a reflexionar sobre cómo debe sentirse estar completamente en la ruina, sin que nadie te dé una oportunidad. De cierta manera, lo único que queda es intentar forjar tu propio camino, y eso me pareció irable. Eran suficientes para apoyarse entre ellos, para animarse mutuamente, y eso hizo toda la diferencia. Por eso dediqué una parte del documental al Café Nouvelle Athènes, donde se reunían los impresionistas. Tuve la sensación fuerte de que esos cafés eran algo más que simples lugares de encuentro. Eran espacios donde se impulsaban unos a otros. A pesar de tener personalidades muy distintas, reconocían que necesitaban estar juntos para triunfar fuera del sistema del Salón.

¿Por qué cree que, 150 años después, el Salón de París está casi olvidado, mientras que los impresionistas siguen siendo tan icónicos?

A menudo me lo pregunto también. Es interesante cómo nuestra cultura visual cambia con el tiempo. Lo que me llamó la atención es que, para algunas personas ahora, el impresionismo casi se siente suave. Por ejemplo, mi mamá tenía un calendario con pinturas impresionistas y quizás para una generación más joven, eso pueda parecer un poco anticuado. Pero creo que eso es parte de la evolución de nuestro gusto. Ya sea arte abstracto, expresionismo, pop art… nuestra cultura visual sigue avanzando, cambiando para reflejar el mundo que nos rodea. Y, sin embargo, a pesar de todos esos cambios, nada parece haber sacudido el mundo del arte como lo hicieron los impresionistas con el Salón.

París es otro personaje en esta película. ¿Qué papel jugó la ciudad en la formación del impresionismo?

Creo que la política de la época jugó un rol muy importante. Para los impresionistas, había una necesidad real de alejarse del trauma de la guerra y de la Comuna de París, de encontrar belleza y luz en un tiempo de oscuridad. Pero más allá de la política, como ciudad, París representaba un deseo de avanzar. Después de la guerra, la gente quería buscar la alegría, redescubrir el color y la luz, y creo que ese espíritu influyó profundamente en el impresionismo. A menudo asociamos a los impresionistas con escenas rurales y se olvida que pintaron igualmente a París. Cuando investigaba, encontré muchas obras centradas en la ciudad: les encantaban los trenes, las nuevas fábricas, todas las señales de progreso. Hay mucho en su obra que captura a París misma en plena transformación.

Hay dos artistas que me llamaron especialmente la atención cuando vi la película: Berthe Morisot y Frédéric Bazille... [Ali Ray interrupe, emocianada]

Ah, ¡mi favorito!

¿Cuál es su favorito?

Bazille. Me encantó su obra y, honestamente, no sabía nada de él antes de empezar a trabajar en la película. Algunas de sus pinturas me conmovieron mucho, especialmente las que tienen pescadores… tienen una poesía increíble. Tenía muchísimo potencial. Y creo que lo que hace su historia tan emotiva es que murió tan joven en la guerra. Nunca sabremos hacia dónde podría haber ido su arte. Me encantaría ir a una exposición completa de Bazille, para sumergirme en lo que hizo y soñar con lo que pudo haber hecho. Creo que él hubiera sido una persona genial para conocer. Me encantaría saber qué tipo de artista y hombre pudo haber llegado a ser.

¿Cómo imagina que habría evolucionado la contribución de Bazille al impresionismo si hubiera vivido más tiempo?

Era una persona muy amable y apasionada y venía de una familia bastante acomodada, lo cual en ese tiempo era algo que importaba mucho. De hecho, prestaba dinero a algunos de los otros artistas, y creo que eso nos dice algo importante: no solo era talentoso, sino que también era generoso y creía en el colectivo. Así que me imagino que, si hubiera vivido, podría haberse convertido en una figura clave para ayudar a formalizar el grupo, quizás incluso liderando la organización de sus exposiciones y manteniéndolos unidos. Su presencia es uno de esos grandes “qué habría pasado si…” en la historia del impresionismo.

También me impactó la obra El pescador. Algunos especialistas han interpretado esa pintura y otras de sus pinturas del cuerpo masculino como representaciones homoeróticas. ¿Cree que esa es una lectura correcta de su obra?

Sí, definitivamente lo creo. Me parece claro que encontró algo realmente bello en la forma masculina. Toda esa serie de pinturas de pescadores es impresionante. Y no estaba solo en eso. Hubo otro artista en esa época, Gustave Caillebotte, que pintó Los raspadores de suelo. En ella se ve que la forma del cuerpo masculino está muy hermosamente estudiada.

¿Cómo retrató a Bazille como personaje en la película y qué le atrajo de su historia?

Él era el mejor escritor de cartas entre ellos, y hay algunas cartas realmente hermosas de su puño y letra. También me gustó que le escribiera tantas cartas a su madre. Tengo un hijo, y creo que los hijos deberían escribir cartas a sus madres. Había algo amable, sincero y bastante inocente en él. Él se había preparado para ser médico porque sus padres así lo querían, e incluso fue a París a estudiar medicina. Pero lo odiaba. En sus cartas a sus padres decía: “Estoy esforzándome, pero esto no es realmente mi pasión”. Entonces, me atrajo el hecho de que alguien tan apasionado por el arte fuera soñador y estuviera dispuesto a renunciar a una carrera prestigiosa porque sabía que quería pintar. Eso me pareció muy conmovedor de su carácter: esa inocencia entusiasta. Especialmente en su última carta, donde le dice a su madre: “Ya no enviaré nada al Salón. Vamos a formar un grupo, solo espera y verás”. Es muy conmovedor porque nunca llegó a ser parte de ese grupo.

Quiero hacerle la misma pregunta, pero sobre Berthe Morisot…

A menudo asumimos que las mujeres no eran tratadas por igual, y en muchos sentidos ella no lo fue. Socialmente, por ejemplo. No se le permitía salir a pintar sola; tenía que tener una acompañante. No podía ir a cafés ni tener esas brillantes conversaciones sobre arte o intercambiar ideas porque no era apropiado que una dama de clase alta fuera vista socializando con hombres en un café. Así que se perdió esas experiencias. Sin embargo, ese grupo de hombres la respetaba totalmente. Otra artista mujer que llegó después, Mary Cassatt, también recibió un respeto absoluto. No hay evidencia de que esos hombres del grupo impresionista las menospreciaran o siquiera prestaran mucha atención a su género. Eso me gustó mucho. Lo único con Berthe Morisot es que dudaba mucho de sí misma, y eso se refleja en sus cartas. Fue bastante difícil encontrar mucho que ella escribiera sobre su propia práctica artística. Las cartas que escribió a su hermana eran brillantes y divertidas, pero mayormente llenas de chismes. Desde esa perspectiva, me encantaron, pero no pude incluir mucho en la película porque se trataba de su obra artística.

Su obra a menudo se ha descrito como una representación centrada solo en la intimidad femenina y siento que a veces eso implica limitarla. ¿Cree que su arte ha sido malinterpretado o subvalorado por una lectura de género?

Sí. De hecho, hice un documental sobre Mary Cassatt hace algunos años y, al igual que la obra de Morisot, el arte de Cassatt a menudo ha sido menospreciado porque mayormente muestra mujeres con niños. La gente suele compararla con Degas, quien hizo esas grandes imágenes de hipódromos, burdeles o teatros. Las hizo porque él tenía a esos lugares. Pero si miras las pinturas de Cassatt y Morisot más allá de lo superficial, ves que estaban dando agencia a las mujeres, resaltando la importancia de las mujeres como madres y como figuras fuertes en la sociedad. Hoy puede que nos cueste ver esas pinturas de esa manera, pero su intención era poner a las mujeres en el centro, haciendo actividades significativas y productivas —como las pinturas de Cassatt de mujeres cosiendo o pintando—. En su época, esto era bastante inusual, especialmente en comparación con las imágenes típicas del Salón que mostraban mujeres desnudas posando pasivamente.

Claude Monet fue uno de los protagonistas del impresionismo. ¿Qué facetas de él descubrió que quizá vayan más allá de lo que ya se conoce sobre él?

Encontré al Monet joven como el más interesante, porque quizá en su vida adulta, Monet... no debería decir esto, pero casi que se vendió a sí mismo. Él fue uno de los pocos del grupo que se hizo rico en vida, y creo que descubrió qué era lo que se vendía y produjo mucho de eso. Más adelante en la vida, perdió el rumbo de ser un inconformista. Quizá todos ellos lo perdieron. Pero encuentro que el Monet joven es fascinante. En una carta decía algo así como: “Vivo en la costa norte de Francia como un vagabundo, dibujando caricaturas”. Esa pasión inicial de solo ser un artista es lo que me encantó de los primeros años de Monet.

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José David Escobar Franco

Por José David Escobar Franco

Periodista de investigación y asuntos internacionales. Internacionalista con énfasis en América Latina y el Caribe.@JoseD_Escobar[email protected]
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