
A David Manzur no le gusta que le digan “maestro”, porque cree que es un título que va con el oficio de la enseñanza, y el de él es la pintura. En medio de la calidez del clima de Barichara, el pintor asciende por unas cortas escaleras a una plataforma elevada de madera, como un rey llegando a su trono en medio de su dominio en el taller que estableció en este pueblo. A su alrededor se encuentran sus herramientas de trabajo: pinceles de diferentes tamaños, brochas, un estuche para gafas, tubos de pintura de diferentes colores, una paleta, un...

Por Andrea Jaramillo Caro
