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Tamiz de dos niveles: “El problema de los tres cuerpos” (Opinión)

“La sofisticación literaria de Cixin Liu aparece, por suerte, en el momento adecuado para hacernos creer de nuevo”.

Fuad Gonzalo Chacón
01 de junio de 2025 - 08:39 p. m.
Con "El Problema de los Tres Cuerpos", Cixin Liu lleva la ciencia ficción a nuevos terrenos: Jess Hong y John Bradley son dos de los actores de la serie. / Cortesía Netflix
Con "El Problema de los Tres Cuerpos", Cixin Liu lleva la ciencia ficción a nuevos terrenos: Jess Hong y John Bradley son dos de los actores de la serie. / Cortesía Netflix
Foto: ED MILLER/NETFLIX - Cortesía Net
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La construcción de universos es, tal vez, uno de los recursos más complejos de dominar cuando uno se sienta a escribir literatura. Cualquiera puede contar una historia lineal que vaya del punto A al punto B, pero conseguir que alrededor de ella gire una macroestructura de reglas internas claramente definidas, que se respeten entre sí y se mantengan cohesionadas con el relato, es lo que distingue a los grandes narradores de los meros cuenteros. Y si una de esas reglas no es otra que las mismísimas leyes de la física de Newton, la dificultad aumenta considerablemente. Eso es lo que hace que la trilogía de “El Problema de los Tres Cuerpos” sea simplemente espectacular.

Famosa desde hace una década, tras haberse alzado con el prestigioso, aunque subestimado, Premio Hugo, y mucho antes de que el gran mercado de masas la descubriera gracias a Netflix, la obra monumental de Cixin Liu es posiblemente el trabajo más ambicioso de ciencia ficción de nuestros tiempos. Los tres volúmenes que la componen, que se leen de un solo tirón —empezando, cómo no, con “El Problema de los Tres Cuerpos”, siguiendo con “El Bosque Oscuro” (mi favorito, en lo personal) y terminando con “El Fin de la Muerte”— son un clásico moderno a la altura de las creaciones de otros titanes del género como N. K. Jemisin o Ted Chiang.

Esta aventura, que comienza con la muerte de varios científicos que enloquecen tras empezar a ver cuentas regresivas por doquier y termina con un viaje cósmico de siglos a millones de años luz de la Tierra, es un enrevesado rompecabezas espacio-temporal donde los personajes con nombres chinos vienen y van, las tramas se enredan dos y tres veces sobre sí mismas y el futuro de la civilización humana está en juego en cada página. Sin importar la magnitud de la carga imaginativa del arco narrativo en el que Cixin Liu nos introduce —ya sea interactuando con un objeto tetradimensional o fijando las bases doctrinales de la sociología planetaria—, la constante siempre será el respeto impertérrito a los principios fundamentales de la física. Y eso, sin duda, se agradece.

Pasar la historia por este tamiz de dos niveles: el primero, las reglas inventadas por el propio autor, y el segundo, las que impone la naturaleza, nos entrega un texto finísimo, donde se nota el esmero de su escritor por todas partes. Y lo que es más importante: no desentona como tantas otras historias de extraterrestres del montón. Una auténtica lección de física celeste de minuciosa elaboración, donde postulados científicos reales y varias corrientes filosóficas, así como escuelas de pensamiento político, pasan la prueba ácida del fin del mundo mientras se cuecen a fuego lento en un relato impredecible, en el que los finales felices nunca están asegurados y la sensación de insignificancia ante la inmensidad del universo te aplasta como si se tratase de la mayor de las gravedades.

Justo cuando la ciencia ficción pasa por una de sus crisis más profundas, la sofisticación literaria de Cixin Liu aparece, por suerte, en el momento adecuado para hacernos creer de nuevo.

Por Fuad Gonzalo Chacón

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Manuel Garcia(62043)03 de junio de 2025 - 02:24 p. m.
Son realmente magníficos estos libros
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