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El uniforme de la institución educativa La Sierpita, en Majagual, Sucre, solo se puede utilizar con botas pantaneras. Esto pasa desde hace un tiempo, debido a que las aulas se han deteriorado por falta de mantenimiento y el paso de fuertes lluvias, por lo que las clases ahora se reciben, entre charco y barro, en cambuches y estructuras provisionales hechos en cemento y cubiertos por tejados de lámina.
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La situación se empeoró al iniciar este año escolar, a tal punto que tuvieron que dejar el colegio y trasladarse a locales alquilados de la comunidad, que sirvieron como refugio temporal.
No es el único colegio, ya que la situación se repite en por lo menos el 30 % de las instituciones y centros educativos del departamento, en especial en zonas rurales, donde las fallas estructurales se han convertido en uno de los principales problemas para garantizar la educación. “Es triste ver a los niños estudiando en condiciones tan precarias”, mencionó Ubaldo Corrales, presidente de la Asociación de Educadores de Sucre (Ades Sucre), quien ha denunciado varias veces el abandono en el que se encuentran muchas sedes educativas.
Sumado a esto, Corrales asegura que el problema no son solo los salones, sino también que no hay espacios como comedores, bibliotecas y baños. “Llevamos más de cinco años exigiendo soluciones, pero las respuestas de la istración departamental han sido insuficientes”.
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En el departamento existen cerca de 800 centros educativos, entre los cuales hay infraestructuras que no se han tocado en 40 años, según Corrales. Además de las ya precarias condiciones a las que se enfrentan, la actual ola invernal ha agudizado la emergencia.
Zonas como La Sierpita, Gavaldá y otros corregimientos de Majagual y Guaranda siguen afectadas por las inundaciones. Aunque algunos estudiantes han sido trasladados a sitios más altos o a casas prestadas por la comunidad, las condiciones para el aprendizaje siguen siendo críticas. Incluso vías que conectan a Majagual con otras zonas rurales han resultado anegadas, dificultando aún más el .
“Desde 2021, cuando el río Cauca rompió el boquete de Caregato e ingresó el agua a La Mojana, nuestras instalaciones quedaron prácticamente destruidas”, explicó Reinaldo Meza, rector de La Sierpita, quien añade que se tuvieron que trasladar a un lugar sin las condiciones educativas, así como temen que cuando pasen las lluvias tengan que pensar en reconstruir el colegio.
Estas condiciones han diminuido la matrícula. En 2021, la institución tenía 682 estudiantes, mientras que en febrero de 2025 se redujo a 479. Aunque una nueva medición está prevista para mitad de año, temen que la deserción siga creciendo por las persistentes inundaciones, las condiciones inseguras y el desánimo por la falta de soluciones.
El problema no es nuevo ni desconocido para las autoridades. De hecho, desde la Procuraduría pidieron a la Secretaría de Educación de Sucre adoptar medidas ante la crisis. Según indicó Corrales, la respuesta fue trasladada a los rectores, pese a que estos no manejan recursos ni tienen la capacidad de ejecutar proyectos de infraestructura. “Los rectores no son los responsables del abandono en el que se encuentran las instituciones. La Secretaría de Educación debe asumir su papel y gestionar recursos ante el Gobierno Nacional para garantizar ambientes dignos para los estudiantes”, señaló.
Por las obras de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres (UNGRD) en el Canal de la Esperanza, Corrales mencionó que podría reducir el riesgo en el colegio, al disminuirse el riesgo de inundación, pero esta no es una solución a largo plazo para lo que realmente necesitan, una infraestructura educativa adecuada.
“Entendemos que este es un problema macro, que no se resolverá de la noche a la mañana, pero si se realiza una gestión adecuada desde el nivel municipal, departamental y nacional, se podrían aprobar proyectos que ayuden a mitigar la situación en el mediano plazo”, agregó Corrales.
Por su parte Meza, presidente de Ades Sucre, insiste en la necesidad de construir un espacio digno para los niños, niñas y jóvenes en un terreno cercano, es decir, reubicar a los estudiantes de La Sierpita y evitar que cada aguacero signifique una nueva crisis. “Nos han visitado varias veces y nos han hecho promesas, pero la ayuda no llega. Necesitamos acciones concretas”, concluyó.