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Una cocina de esperanza combatió el temor en Cali tras el atentado en la comuna 13

La explosión en el barrio Los Lagos, en el oriente de la ciudad, dejó siete personas heridas. Un día después del ataque, una niña de 8 años combatió el temor de la violencia con su inocencia.

Gustavo Molina
20 de mayo de 2025 - 11:00 a. m.
Durante la mañana del 19 de mayo, una volqueta y un camión de escombros recogieron lo que se quebró por el atentado.
Durante la mañana del 19 de mayo, una volqueta y un camión de escombros recogieron lo que se quebró por el atentado.
Foto: Alex Quintero Rondón/@alex.quinr
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A las 3:00 a. m. del 19 de mayo, Brittany Torres, de 8 años, tuvo la primera pesadilla de la noche.

“¡Por favor, no tiren más bombas!”, gritó entre sollozos. Su mamá y su abuela, Luz Estrella Olaya y Nelly Muñoz, respectivamente, llegaron a la habitación y la abrazaron. Sobre las 7:30 p.m., al frente de la casa en la que viven, hay una caseta comunal en donde explotó una bomba, la cual dejó siete heridos, además de 20 apartamentos y 10 locales comerciales con daños en sus vidrios y estructuras. Esto ocurrió, en la noche del 18 de mayo, en el barrio Los Lagos del oriente de Cali.

En contexto: Reportan explosión en el oriente de Cali

La pequeña, minutos después del episodio de pánico, nuevamente entró en un sueño profundo. Unas horas más tarde, antes del amanecer, la situación se repitió.

-“¡No tiren bombas!”, gritó. Pese a que nuevamente la abrazaron, la escena ocurrió una vez más hasta que se levantó sobre las 6:00 a.m. y le dijo a su madre que quería ir a estudiar. Ella le respondió que si estaba segura, que no tendría inconvenientes en que se quedara y que los docentes entenderían la situación.

Ella no dudó: alistó su maleta y emprendió el viaje. Al salir de casa junto a su familia pudieron ver, por primera vez, la magnitud de la explosión: la caseta comunal tenía una perforación en una de sus paredes laterales. Al lado del recinto quedó el vacío del basurero, donde explotó el artefacto.

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Los vecinos, en un principio, vieron desde sus ventanas a diferentes agentes de la Policía que protegían la zona. El silencio del sector se interrumpió con la llegada de unas volquetas junto con camiones de recolección de escombros. “Nosotros estuvimos casi hasta las dos de la madrugada recogiendo los vidrios que se quebraron y luego se los entregamos a ellos”, dice Olaya, mamá de Brittany.

Sueños rotos

A escasos metros del comedor comunitario está la casa de Kelly Johanna Asprilla, quien vive en el sector desde hace 15 años. Ella está parada en el antejardín hablando con funcionarios de la Alcaldía, a los que les explica que se endeudó para tener su negocio en la casa. Ellos le dicen que el trámite para que le ayuden puede tardar hasta dos semanas. Le indican el proceso y se alejan. Ella se queda contemplando las tres sillas de estilista que perdió con la explosión.

“Soñaba con abrir un salón de belleza y lo hice hace unas semanas, justo en el Día de la Madre. Ahora no sé qué hacer o cómo empezar”, expresó Asprilla. En esa vivienda, de tres plantas, ella vive junto a sus dos hijos en el primer piso. En el segundo y tercer piso residen sus dos hermanas con dos hijos cada una.

Uno de sus sobrinos resultó herido por la explosión. “Antes del atentado se escucharon dos disparos. Creo que fue para despistar a los policías. Media hora después no había peligro. Todo estaba tranquilo. El niño, de 12 años, salió un momento y explotó la bomba”, añade Asprilla.

Cuando la familia escuchó el estruendo, todos salieron de la vivienda a buscar al pequeño, que se encontraba debajo de escombros. Tuvo lesiones en un brazo, una pierna y los oídos. “La mamá de mi sobrino también resultó herida porque explotó un vidrio y las esquirlas le impactaron en el rostro. Ahora están fuera de peligro gracias a Dios”, dice Asprilla.

Por este atentado, la Alcaldía anunció una recompensa de hasta $200 millones por información que permita la captura de los responsables.

Olla comunitaria

Frente a la casa de Asprilla pasó un vecino con un megáfono vociferando: “Los invitamos a la olla comunitaria de hoy! No es momento de tener miedo. Debemos unirnos”.

Entonces, la comunidad se acercó a la casa de Olaya y confirmó que tendría almuerzo para cerca de 70 personas. “Las personas, seguramente, no deben estar pensando en cocinar. Deben estar asustados por lo que pasó y espero que la comida sea un alivio en este momento, que logre unirnos en un momento difícil”, dice mientras pone tres ollas sobre la estufa. Para alentar los ánimos decidió preparar sancocho con arroz, ensalada y pollo en hogao.

Algunos vecinos, al enterarse de la noticia, salieron de sus casas y empezaron a hablar entre ellos. Entonces se acercaron al comedor comunitario y preguntaron que cuándo estaría la comida.

“Mi amor, en unas dos horas va a estar”, contestaba Olaya a todos. Pasado el mediodía y acompañada de su padre llegó saltando Brittany. Dejó su maleta de color morado en la sala y buscó a su mamá en la cocina. La abrazó con fuerzas y le entregó una carta con una taza. Olaya no contuvo la emoción y volvió a abrazarla. Las tres cocineras que trabajan en el lugar sonrieron.

La niña fue a su cuarto, guardó los regalos para volver a la cocina y continuar haciendo el almuerzo. “¡En 20 minutos sale todo!”, anunció. En la reja de su casa se agolparon cerca de 40 vecinos para esperar. En el interior, en la sala, se sentaron siete personas.

Una vez las encargadas del comedor comunitario sirvieron los almuerzos, el silencio que solo irrumpía la maquinaria en la calle se terminó. Regresaron las risas, las conversaciones y el temor quedó a un lado. “Pensaba que todo iba a paralizarse por el atentado, pero estamos reunidos para no dejarnos vencer del miedo”, dijo Fabio Castillo, uno de los comensales.

Olaya, cuando todo termina, va al cuarto para leer con calma la carta que dice: “Estrella guía, en tus ojos, el brillo que ilumina mi andar, madre, eres mi estrella que nunca dejaré de mirar”.

En la otra hoja hay un dibujo de una madre abrazada a su hija, coloreada por Brittany. Debajo de la frase que dice “¡Feliz día, mamá!”, hay unas palabras en color rojo. “Te amo mamá mucho (sic)”.

Sus ojos se aguaron y, en medio de todos los comensales, mostró orgullosa su carta. El temor de la violencia fue apaciguado por la inocencia.

Por Gustavo Molina

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LucR75(5380)20 de mayo de 2025 - 01:21 p. m.
"...estamos reunidos para no dejarnos vencer del miedo”. Gracias por tan preciosa historia de solidaridad en comunidad.💫
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