
“Se llamaba Wilmer”, dice Lucy Uribe Carrillo. Pausa unos segundos y confirma: “se llamaba”. Mira a la calle desde las rendijas de la puerta de su comedor comunitario, en el barrio Boyacá, en el suroriente de Cali. Son las 9:30 a.m. de un viernes y ella, junto a su ayudante, Liliana Palta, preparan el almuerzo para cerca de 70 personas.
“Él solo era risas. Muchas veces se lo dije: ‘dejá de soplar’”, recuerda Lucy. A lo que Wilmer le contestaba: “¡Mamá, yo no fumo, yo huelo!”.
Tras recordar esa anécdota, una pequeña sonrisa se le escapa. Antes...