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Por estos días se están conmemorando varios sucesos significativos para la historia del conflicto armado colombiano. En este mes recordamos el asesinato de Carlos Pizarro después de haber firmado un acuerdo de paz, la muerte inesperada de Jaime Bateman, y por supuesto, los cuarenta años de la toma y retoma del Palacio de justicia, que puso en evidencia la terrible practica de guerra de la desaparición forzada. Contrario a lo que se suele decir, la desaparición forzada, como el desplazamiento forzado, no son resultados inesperados de guerra—o sea, no son anomalías o accidentes— sino prácticas fundamentales y calculadas de guerra cuyo objetivo es hacer daños irreparables al enemigo.
Desde hace varios años, durante la semana del 9 de abril, en la comuna 13 de Medellín se conmemora a las víctimas del conflicto armado colombiano. Este año, dentro del evento organizado por AgroArte llamado, Solo las repeticiones llegan hasta el corazón, se reunieron familias de víctimas de desaparición forzada, representantes de ONGs, algunos sectores de la academia, la iglesia, y habitantes de la comuna 13.
El evento, Solo las repeticiones llegan hasta el corazón, que se llevó a cabo en el cementerio La América, en la comuna 13, fue diseñado con la intención de reunir a estos sectores de la sociedad Medellinense para ver, sentir, escuchar, tocar, y nombrar la herida personal y colectiva que ha dejado el conflicto armado en ese sector de la ciudad. Fijarnos en los símbolos que las víctimas del conflicto armado han elaborado para recordar a sus muertos contribuye a que construyamos un relato de país que cicatrice, o sea, que sane las heridas de la guerra. AKA, el líder natural de AgroArte, y tejedor de este encuentro anual, me dice que para elaborar un relato más amplio y sanador sobre la memoria histórica del país, “hay que jugar con los símbolos… tejerlos”.
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Les cuento algo sobre AgroArte. Agroarte nace como proceso organizativo de base en el 2002, por habitantes del barrio San Javier (Comuna 13, Medellín). Se entienden como un proceso de resistencia frente a las problemáticas desatadas por la Escombrera y las violencias selectivas llevadas a cabo por medio de distintos grupos armados, en la Comuna 13. AgroArte aborda la producción de memoria histórica a partir de dos elementos metodológicos concretos: la siembra y el arte. Recomiendo el siguiente video de la canción, Qué es arte, escrita e interpretada por AKA: https://www.youtube.com/watch?v=bYJSUVzlzR8.
Me llamó la atención el uso de la palabra “repetición” en el nombre del evento (Solo las repeticiones llegan hasta el corazón). Pienso en la repetición como condición del arte, sobre todo de la música. Estribillos en la canción latinoamericana, beats o el tempo en el rap, el verso que se canta en el poema…en general las notas que se repiten en la composición musical y poética, y que son lo que hacen que nos acordemos de ellas—que las repitamos, que las memoricemos. Pienso también en el latido del corazón, que es la condición y la indicación de su salud, de su funcionamiento. Pienso en los cantos de las hinchadas en los partidos de futbol, y en los coros que cantan y repiten los estudiantes cuando sales a marchar y a exigir sus derechos. Sí. Hay algo en la repetición que hace que nos fijemos en eso que se repite, que recordemos eso que se repite. Repetir es una forma de llamar la atención hacia algo. Es una forma de recordar.
Nombrar a las personas que los violentos se han llevado, repetir sus nombres y contar una y otra vez sus historias, es fundamental para la elaboración de un relato colectivo que acompañe el duelo de sus más allegados, y que también esté al alcance de todos nosotros. Quizá solo así, por medio de un relato que surja de las heridas que ha dejado el conflicto, nos ayude a sanar a todos los colombianos. Pero tengo la sospecha de que en Colombia hay una jerarquía entre las víctimas. Una señora sentada a mi lado durante el evento me contó algo de su historia, de cómo ha perdido varios amigos y familiares en el conflicto armado, y casi como un estribillo repetía, “pero para que decir algo, si a uno nadie lo escucha”. Hay unas personas que se hacen sentir más que otras, que tienen más poder para amplificar sus voces—sus repeticiones—y hay otras a quien rara vez se les escucha. Es por esto que me parece importante que fijemos nuestra atención a lo que sucede en los barrios, en las veredas, en los lugares donde habitan muchas personas cuyas heridas causadas por el conflicto siguen abiertas.
Mientras se conmemora a las víctimas del conflicto armado en la comuna 13 de Medellín, algo interesante está pasando. Hay una resolución emitida por la Unidad para las Victimas que reconoce a la comuna 13 de Medellín como un territorio victimizado y como posible sujeto de reparación colectiva. Esto no tiene precedentes en Colombia, dado que ningún sector urbano ha sido reconocido, colectivamente, como sujeto de reparación. El desarrollo y posible culminación de esta acción de reparación es en parte el resultado de la insistencia de las víctimas, acompañadas por colectivos como AgroArte y mucho otros de la comuna 13, que repiten sin cesar la necesidad de incluir en la memoria histórica del mundo sus vivencias y los relatos que han elaborado para sanar sus heridas. El evento, Solo las repeticiones llegan hasta el corazon, es solo una de las tantas muestras de cómo se va tejiendo un relato sanador en el centro del conflicto armado.
Como esquirla de esta columna quiero dejar unas palabras de William Ospina sobre la memoria, la herida, y la sanación. “Las heridas del cuerpo se cierran en cicatrices, pero las heridas de la memoria solo las cierra el relato […] ¿Qué es una cicatriz sino lograr que vuelva a haber o entre las partes separadas? Es recobrar el sentido de la totalidad: nunca habrá cicatriz mientras una parte rechace a la otra”, (en Donde hay una cicatriz hay una historia, pg.17).
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