Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Con el anuncio sorpresivo del presidente Gustavo Petro al nombrar a Otty Patiño como nuevo Alto Comisionado para la Paz, surgieron muchas expectativas sobre un posible cambio o redireccionamiento de la política de Paz Total, apuesta estratégica del gobierno nacional para el cese de las violencias (salvar vidas) y la transformación de los territorios especialmente afectados por el conflicto.
Las críticas a la política de paz gubernamental abarcan tanto asuntos de concepción como de forma y provienen de distintos sectores, no solo de la oposición. Incluye además la crítica al estilo de conducción adelantado en su momento por Danilo Rueda, en el sentido de su “improvisación” y el hermetismo y poca disposición (según algunos) a delegar y trabajar en equipo. Pero estos son, al fin y al cabo, asuntos de la forma que no obstante, son también importantes.
Sin embargo, a estas alturas, promediando ya la mitad de la gestión del gobierno y con varios procesos en marcha, la pregunta crucial es ¿Es esperable una nueva visión estratégica, realmente diferente, de dicha política de paz?
Para claridad del país, de los interlocutores y destinatarios de esta estrategia (y decepción de los opositores) ha quedado establecido en voz del propio Otty Patiño que “esta no es una fase de rectificación, sino de desarrollo de lo que se ha hecho. No pensemos que se va a hacer borrón y cuenta nueva, sino que se va a trabajar sobre lo ya construido y sobre todo con el conocimiento acumulado”.
Difícilmente podía ser de otra manera, no obstante ajustes que puedan hacerse en varios aspectos, incluyendo el desafío de istrar las complejidades de la figura de cese al fuego, que ojalá avance prontamente a ser multilateral e incluya todo tipo de hostilidades.
Porque la decisión presidencial sobre la paz total ya está trazada, con independencia de que estuviera antes Danilo Rueda y ahora Otty Patiño. Es una apuesta arriesgada pero inevitable, si de lo que se trata es de poner fin al conflicto, así sea por vías distintas, bien negociaciones políticas o sometimiento a la justicia, según sea el caso. En un asunto tan importante como lo es con quien hacer o no negociaciones políticas, es difícil por ejemplo, echarse atrás ahora que, con todo y sus dificultades, está abierto un proceso con el llamado EMC-FARC, sobre lo cual muchos creen que es un error mayúsculo del gobierno.
Pero a estas alturas, en relación con ese grupo, ¿podría ser cambiada esa valoración (interlocutor político) para ofrecerles a cambio un proceso de sometimiento a la justicia? ¿Y eso que implicaciones reales podría tener? Estaría si por ser definida claramente el camino a seguir respecto de la llamada Segunda Marquetalia, que dirige Iván Márquez y el tema polémico y complejo del narcotráfico.
Pero es claro que el centro de este gran esfuerzo de paz está en la negociación con el ELN, que no obstante sus avances requiere de acordar ajustes en términos de sus tiempos, la posibilidad real (inmediata) de abocar las transformaciones estructurales que surjan del proceso de participación de la sociedad civil y asuntos críticos como la proscripción del secuestro y la dejación de armas, tema que el ELN ha reiterado, no va a suceder.
No hay duda de que con Otty Patiño al frente de la Paz Total hay también una ganancia total. Su inteligencia, experiencia, honestidad e integridad son una garantía para una gestión que se mueve como por un laberinto al que hay que encontrarle la mejor salida.
De su manera de ver la paz destacan muchas cosas, pero resulta crucial su enunciado de que hay que “territorializar la paz”, en el sentido de no solo centrase en la dinámica de los actores sino como implantación del Estado Social y de Derecho en esos territorios, incluyendo profundas transformaciones sociales, económicas y ambientales, pero también con la presencia armada legítima del estado.
Hay un nuevo “momentum” para la paz total que hay que favorecer con independencia de los ajustes (forma y contenido) que se haga necesario introducir. Con Otty Patiño (y sus colaboradores) la estrategia queda en buenas manos, pero se requiere de una voluntad realmente colectiva (¿Acuerdo Nacional?) para encontrar la luz al final del túnel.
*Analista de temas de Paz y Conflicto
*Firmante de Acuerdos de Paz en El Salvador (FMLN) y Colombia (M19)