Colombia, un nuevo liderazgo global en política de drogas

Trabajar en la reforma de las políticas de drogas implica desarrollar el súper poder de la paciencia para entender que los esfuerzos, por más grandes que sean, no siempre se reflejan en victorias. Por esto, lo logrado por Colombia hace un mes en la Comisión de Estupefacientes (CND) en Viena debe resaltarse. Esta hazaña, ampliamente narrada por colegas y medios de comunicación nacionales e internacionales, nos deja con más triunfos -y también retos- de los que podríamos dimensionar.

En primer lugar, el liderazgo internacional de Colombia en política de drogas. Ir a una sesión de la CND, durante los últimos dos años, ha sido escuchar constantemente que la delegación colombiana es la “delegación rockstar”, los eventos liderados por el país son los más concurridos, la sociedad civil quiere participar de nuestras conversaciones, quieren escuchar nuestras intervenciones en plenaria y graban y difunden las declaraciones realizadas por la delegación colombiana, encabezada por la Embajadora Laura Gil.

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Adicionalmente, la política de prohibición ha girado históricamente en torno a los deseos y caprichos de Estados Unidos como centro de atención en los escenarios internacionales. Un ejemplo de esto fue la presencia de Antony Blinken en la CND de 2024, que se caracterizó por su amplio protagonismo. Sin embargo, los reajustes geopolíticos nos dejan este año con un Estados Unidos aislado, poco relevante en la conversación, generando reacciones de indignación y sorpresa en el ambiente ante los discursos anti derechos y, por el contrario, países del denominado “sur global” cobrando una relevancia que debieron tener hace años, poniendo en el centro de la conversación las consecuencias de la política de drogas en nuestros países, la necesidad de pensar otros abordajes y la importancia de reevaluar el régimen en sí mismo.

Por la misma línea, el éxito de la resolución de Colombia -que ahora es la resolución de la CND, en dónde se tiene que asegurar su desarrollo y cumplimiento- nos deja en un escenario de certeza en el que 30 países están de acuerdo con que el sistema debe ser revisado, tiene que evaluarse para replantear su efectividad y, si es el caso, realizarse las modificaciones pertinentes. Esto era algo impensable hace unos años. Lograr poner de acuerdo a un número tan alto de países, con tan solo tres votos en contra, es un mensaje para el resto del mundo y no es cualquier mensaje, es un mensaje poderoso que abre la puerta a conversaciones que desde la sociedad civil estamos demandando hace décadas y que esperamos que se reflejen en cambios reales.

Ahora que la vara está muy alta queda una gran expectativa en el ambiente sobre el futuro rol de Colombia en las discusiones internacionales y en cómo, incluso, sacamos estas conversaciones del espacio de Viena y las llevamos a Ginebra, por ejemplo, para ponerlas en lenguaje de derechos humanos.

El próximo año será la votación sobre el proceso de revisión y clasificación de la hoja de coca, un proceso ampliamente apoyado por Colombia y que, de salir de forma favorable, nos invita a pensar el impacto que va a tener dentro del país y en cómo, con el poco tiempo que le queda al actual gobierno, se va a dejar un legado que perdure y que, sin importar el gobierno de turno, nos permita seguir en el mapa, liderando las conversaciones de cambio y apostándole, siempre, a los derechos humanos por encima de todo.

Postdata: Otro ejemplo de Colombia cómo líder de la conversación sobre la reforma será la próxima Conferencia de Reducción de Daños que tendrá lugar del 27 al 30 de abril en Bogotá. Esta Conferencia, triunfo de la sociedad civil, contará con participantes de todo el mundo y podrán seguirla en tiempo real por las redes de Elementa.

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