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Hubo un tiempo en nuestro país en el que lo que ahora conocemos como páramos fueron glaciares. Fue hace entre 116.000 y 10.000 años, durante la última glaciación, cuando la temperatura en las altas montañas de Colombia descendió hasta 7 °C en comparación con las actuales. Los glaciares, que alcanzaron su mayor extensión en la Tierra, llegaron hasta los 3.000 metros de altitud en nuestro territorio, aproximadamente.
“Casi toda la cordillera Central —donde ahora se ubican ciudades como Medellín, Manizales, Pereira o Popayán— y gran parte de la Oriental —con la capital del país sobre ella—, eran sierras nevadas continuas”, resume Jorge Luis Ceballos, ingeniero geógrafo y único glaciólogo colombiano.
Eso empezó a cambiar hace unos 10.000 años, con el fin de la glaciación. Con el ascenso paulatino de las temperaturas, se esperaba que los glaciares empezaran a contraerse. Pero el ritmo de su derretimiento se aceleró hace más o menos medio siglo por cuenta del cambio climático.
En Colombia, por ejemplo, los glaciares cubrían más de 349 km² para la segunda mitad del siglo XIX. En 2022, quedaban 33,09 km² repartidos en seis montañas: una pérdida de más del 90 % de cobertura glaciar.
Imagine, por un momento, que las cumbres nevadas de Chundua, cielo en arhuaco, cubren parte de Bogotá. Mientras se desplaza hacia abajo, podrá ver cómo se han ido reduciendo los glaciares de esta sierra que, para los cuatro pueblos indígenas que la habitan —arhuacos, koguis, wiwas y kankuamos— son sagrados. A lo largo de 150 años ha perdido más del 93 % de sus nieves.
Por más de medio siglo, Eudoro Carreño y Margarita Leal, una pareja de campesinos de Güicán de la Sierra (Boyacá), tomaron datos tres veces al día en una estación meteorológica que instalaron en su finca. Esta es su historia.
Aunque la pérdida de los glaciares —que proveen de agua dulce a más de la mitad de la humanidad— es compartida a nivel mundial, la situación con nuestros glaciares es muy particular.
Podría decirse que los glaciares colombianos son excepcionales: representan el 0,1 % del 0,1 % de los glaciares que hay en el planeta. De todos los glaciares del mundo, los de la Cordillera de los Andes representan el 0,1 %. A su vez, los glaciares de nuestro país representan el 0,1 % de estos.
A pesar de su reducido tamaño, tienen una gran importancia a nivel mundial. Esto se debe, como le gusta llamarla a Ceballos, del IDEAM, a una “contradicción climática”. Los glaciares colombianos, al igual que los de Ecuador, Kenia, Tanzania, Uganda e Indonesia, se encuentran dentro de la franja ecuatorial. Allí, la radiación solar es más intensa y no hay estaciones.
“Que existan glaciares allí es aparentemente un contrasentido, pero es increíble que a pesar de esa posición y de la cantidad de energía que recibimos, aún existan glaciares, más aún con este acelerado cambio climático”, agrega el glaciólogo.
Visto desde esta perspectiva, Colombia alberga el 45 % de los glaciares ecuatoriales del mundo, solo por detrás de Ecuador, que posee el 53 %. El 2 % restante se reparte entre los tres países africanos y el asiático. Esta particularidad los hace especialmente sensibles al aumento de la temperatura global.
El Cumanday, nombre que los pueblos indígenas prehispánicos, como los Quimbayas y los Pantágoras, es el segundo glaciar más bajito del país (5.215 m.s.n.m.), solo después del Santa Isabel (Poleka Kasue), que está ubicado a 4.945 m.s.n.m. En siglo y medio ha perdido más del 83 % de sus nieves.
Con el deshielo de los glaciares, el nivel del mar aumentará y el abastecimiento de agua dulce para millones de personas enfrentará serias amenazas, entre otros problemas. Los glaciares de Colombia, según estimaciones del IDEAM, desaparecerían en su totalidad para finales de siglo, si se mantiene la tendencia actual, que supone una pérdida de área glaciar de entre 3 % a 5 % por año.
Mientras los glaciares del país parecen destinados a su extinción, otros, lejos del trópico, podrían salvarse si el aumento de la temperatura no supera los 1,5 °C para finales de siglo en comparación con la época preindustrial. Por esta razón, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) bautizaron 2025 como el ‘Año Internacional de la Preservación de los Glaciares’.
Para la artista manizalita Natalia Castañeda, quien desde el arte ha sido testigo del retroceso glaciar de nuestro país, “Afrontar estas pérdidas es inevitable, pero también lo es recordar lo que hubo para volverlo a nombrar. Y creo que, en el fondo, se trata de eso: de nombrar las cosas”. Por eso, desde El Espectador, publicamos este especial.
Después de todo, opina Jorge Luis Ceballos, quizás el colombiano que mejor conoce los glaciares del país, “hay que asumir esa pérdida entre toda la sociedad colombiana, registrar esos cambios y adaptarnos. Los glaciares nos están diciendo ‘yo me voy, ustedes se quedan. Adáptense’”.