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La educación ambiental en Colombia ha evolucionado, pasando de ser una herramienta complementaria para convertirse en un componente esencial para las estrategias de conservación, restauración y transición ecológica. Frente a desafíos estructurales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la presión sobre los recursos naturales, educar con una perspectiva ambiental es, en el contexto nacional, una apuesta por la vida y se traduce en un acto de compromiso y trascendencia.
En esta línea, organizaciones como la Fundación Grupo Argos han adelantado esfuerzos para acompañar y formar a niños y jóvenes como ciudadanos críticos y respetuosos con su entorno. Lo han hecho a través de su programa de educación ambiental, que en 2024 cumplió 10 años y nació con el propósito de fortalecer las capacidades de las comunidades en las que opera el Grupo Empresarial Argos. Esta iniciativa aporta a la meta 13 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Acción por el Clima, mediante la formación de comunidades para que tomen acción colectiva y generen conciencia sobre el cuidado de los recursos naturales.
A la fecha, el programa alcanzó a más de 103.000 estudiantes y 4.100 docentes de 380 sedes educativas, en 84 municipios de 13 departamentos de Colombia, algunos de ellos territorios clave como Antioquia, Bolívar, Boyacá, Córdoba, Meta, Santander y Sucre. Cabe resaltar que uno de los aspectos más transformadores del programa de educación ambiental de la Fundación es su integración con las Instituciones Educativas Rurales, donde ha logrado convertirse en un componente clave del proceso formativo, logrando que los contenidos ambientales no sean actividades aisladas, sino parte activa de la formación escolar.
Esta iniciativa, además de los procesos pedagógicos en aula, incluye actividades de campo como jornadas de reforestación, monitoreo participativo, trueque de saberes y acompañamiento técnico. De esta manera, niñas, niños y adolescentes no solo adquieren conocimientos, sino que se convierten en agentes de cambio concretos en sus territorios.
El impacto del programa también se refleja en historias como la de Lucía Ríos, una joven que creció en la comunidad de Playa Blanca en Barú, quien participó en el programa de educación ambiental de la Fundación Grupo Argos. Ese primer encuentro con la biodiversidad de su entorno despertó un profundo interés por el agua, la conservación y la ingeniería. Años después, gracias al programa de becas de la Fundación, Lucía estudió Ingeniería Ambiental y hoy con su título profesional trabaja en el equipo de Educación Ambiental de la Fundación Grupo Argos, que un día sembró en ella la semilla del compromiso ambiental.
Su historia es testimonio del poder que tiene la educación para transformar vidas y construir liderazgos locales con sentido de propósito y conocimiento del territorio.
Los participantes de este programa integran una red de conocimiento que, más allá de la formación teórica, desarrolla proyectos complementarios como la construcción de viveros escolares (24 hasta ahora), huertas escolares (136), acciones de monitoreo de agua (en 54 comunidades) y biodiversidad, y gestión de residuos sólidos. Estas iniciativas permiten a las comunidades consolidar prácticas sostenibles, mejorar la seguridad alimentaria, cuidar fuentes hídricas y diversidad.
El programa cuenta con una plataforma de contenidos exclusivos que sirve como recurso de consulta para docentes en todo el país. A través de esta plataforma, los educadores acceden a guías didácticas, videos y materiales interactivos.
Además, la metodología se complementa con conferencias en línea impartidas por expertos nacionales e internacionales, lo cual enriquece la experiencia formativa y conecta a los participantes con prácticas globales de conservación y restauración.
Con la mirada puesta en la sostenibilidad a largo plazo, el programa de educación ambiental de la Fundación Grupo Argos se proyecta como un componente estratégico dentro de su enfoque de restauración ecológica, fortaleciendo las acciones territoriales con conocimiento, apropiación social y participación comunitaria. Esta apuesta educativa promueve la identificación y protección de especies de alto valor de conservación, el entendimiento del cambio climático desde una perspectiva local, y el impulso a iniciativas productivas sostenibles ligadas a la bioeconomía.
En este sentido, programas como estos adquieren un rol esencial al generar capacidades instaladas que permiten sostener en el tiempo las iniciativas de conservación, restauración, producción sostenible y gestión integral de cuencas hídricas. La educación permite, precisamente, que los conocimientos técnicos se traduzcan en prácticas cotidianas, que los acuerdos trasciendan el papel y se integren a la vida diaria de las comunidades, y que las generaciones futuras asuman un rol activo en la protección de su entorno para promover un verdadero impacto.
Colombia, con sus montañas que filtran el agua y sus ríos que sustentan comunidades, tiene la oportunidad de afianzar una educación ambiental que siembre esperanza y garantice el bienestar de sus ecosistemas. A través de programas como el de la Fundación Grupo Argos, se demuestra que cuando se combinan ciencia, pedagogía y participación ciudadana, se abre una ruta para asegurar la vida y la equidad ambiental a largo plazo.
*Esta nota fue publicada en alianza con la Fundación Grupo Argos.
Por Fundación Grupo Argos*
